Opinión

El capitalismo… del todo funciona

12_result
photo_camera Una de las últimas tiendas de ultramarinos de la ciudad.

Un local cerrado aquí, dos o tres más adelante, persianas echadas hace años, algunas mostrando que el paso de los años han dejado su huella en el óxido de alguna persiana bajada o las pintadas de algún grafitti. Negocios que abren y cierran. Negocios punteros, negocios de ingenio, hasta hermosos, con gusto que nos atraen, pero que cierran. Será que el capitalismo tiene estas cosas en las que la competencia es el selectivo que determina la supervivencia y el fomento del consumo su aliento. Veremos como la Tierra aguanta aunque no lo veamos nosotros. El astrofísico Hawking ante el esquilme del medio pronosticó que deberíamos salir hacia otros mundos. Acaso tenga razón, pero ahora mismo el modelo funciona.

Al paso por la ciudad, locales y más locales, algunos nunca abrieron ni abrirán, otros cerrados cuando prósperos fueron, algunos que uno no se explica porque tanto tiempo sin alguien que se atreva a plantar otro negocio. Será que hay muchos o que los precios por las nubes. Desasosiega que aquellos que poniendo todo de su parte, dineros y trabajo joven a veces, frustradas ven sus ilusiones y expectativas. La crueldad de estas sociedades, que, incomprensiblemente funcionan y que subvienen a parados, jubilados, emigrantes sin trabajo y encima les cubren la salud y la enseñanza. Todo un misterio, como lo es tanta vivienda desocupada, dicen que más de 10.000  ¿Cómo se puede soportar esto? ¿Cómo que rueden miles de coches con un solo tripulante cuándo podrían llevar cuatro o cinco? ¡Qué despilfarro para los recursos de la Tierra!

Los negocios pequeños resisten al más grande a base de algo diferente o trato más personalizado o cierta especialización. Por eso sobreviven pequeñas tiendas de deportes frente a las multinacionales del ramo. Resisten las tiendas de ultramarinos sobre todo en barriadas, cosa extraña, porque hasta allí llegaron los supermercados. Las tiendas de ultramarino finos, como se titulaban algunas, dichas así por importar productos de Ultramar, en este caso americanos, sobre todo café o azúcar, tenían ese encanto del trato particular, las deudas que se apuntaban en libreta o papel de estraza, así como las cuentas diarias, la báscula con sus pesas más que gastadas y un tanto relumbrantes si doradas, o la romana de la que un garfio pendía para colgar sacos, cajas o lo que fuera, o esa báscula de plataforma para un más voluminoso pesado aun, y donde de vez en cuando, no pocas veces a hurtadillas, nos pesábamos los rapazotes de la barriada con cierto escándalo del tendero si te sorprendía entre los amontonados sacos de harinas, patatas, nueces o si no se lo impedía la atención de algún cliente.  

Resisten las ferreterías de tanto asalto chino, cuando algunos de estos incluso cierran. A este paso habrá que crear una caja de resistencia del pequeño comercio, ese cercano que por imperativos de los tiempos, o tempora o mores, indefectiblemente irá pereciendo a manos de un impasible capitalismo.

Y todo funciona. Ejemplo, las mismas tiendas de ultramarinos, que perviven como relictos pero sin aquel sabor de antaño. La pregunta podría ser: ¿por cuánto tiempo?

Te puede interesar