Opinión

Entre la ciudad, la naturaleza y la devastación

deambulando
photo_camera Esto es lo que queda, después de la devastación, de lo que fue acogedora cafetería para internos y visitantes del complejo de edificios que conformaban el psiquiátrico de Toén, que más lógico lo de psiquiátrico de Moreiras.

A pesar de las fortísimas heladas los pájaros no dejan, sobre todo en la solaina que nos inunda, de emitir algunos trinos cuando al abrigo de mejores temperaturas. Las avefrías, que visitaban incluso los aledaños ciudadanos, ya ni se ven fuera de sus lindes. La última que vi, en soleados lameiros por tierras de Parderrubias. Estas migratorias viene del norte de Europa, de los llamados países escandinavos para invernar por acá. Los aviones roqueros, otras migratorias de estacionalidad permanente en algunas colonias, son más intermitentes y cambiaron sus posaderos de los alféizares por otros a escasos metros más hacia oriente. Aun las cornejas y otros córvidos oportunistas se dejan ver, pero asustadizos.

Mientras imaginando esta descripción me voy a la rúa del Progreso a la procura de un interruptor y me caigo por Aragonés donde Juan, el nieto del fundador, en ese cajón de sastre que es su tienda donde se puede hallar todo lo que a la corriente eléctrica atañe, con su amabilidad y don de gentes me recibe; recordamos cuando mi padre, que compraba para su numerosa prole los higos por sacos, venía por allí, luego de salir de su peña en el café Roma, para comprar las bombillas por docenas y de paso a echar unas parrafadas con el padre de Juan. Mientras recordamos esto, él se afana en complacerme para encontrar ese interruptor un tanto demodé, pero, mientras tanto, averigua si el mío de muestra funciona, y sí está bien. Así que le doy las gracias, lo recoloco y funciona. Juan es el heredero de un negocio que tendrá continuidad en una hija, como a modo de sucesión natural que menos lo es la fraterna como en la automoción la de Pérez Rumbao en el hermano siguiente, o la concesionaria Renault de sus primos Luis en Gerardo. Que no es ordinario esto, porque siempre se hace recaer en los descendientes no en colaterales, salvo que compartida la sociedad.

Despido a Juan Aragonés, y catador como soy de panes, me da ahora por unas bollas de Vilamarín donde el mismo panadero puede atenderte vía telefónica para decirte dónde en la ciudad los expenden. El espectro de panes ourensanos difícilmente se supera en parte alguna; es como si cada panadero tuviese su propio sello, porque cada pan es diferente al otro. Habrá que ver si más allá de las provinciales fronteras existe tal gama.

Y como a la búsqueda del sol y huyendo de las matinales neblinas o ese tibio sol madrugador, nos vamos a los altos y planicies entre el San Benito, Mugares, Trellerma, recordando el avistamiento de un lobo cuatro años hace, que justifica en parte lo de Coba de Lobo para aquellos altos, y como cercano a las canteras de Mugares las casi inexistentes ruinas del castillo que fue de Louredo, como centinela del Miño, cuando transitamos en la placidez de una grata temperatura expuestos al sol camino del psiquiátrico que fue de Toén donde arribados, a la memoria aquellos versos de Rodrigo Caro a las ruinas de Itálica: Estos, Fabio, ay dolor, que ves ahora,/ campos de soledad, mustio collado/ fueron un tiempo Itálica famosa… Pues así el esqueleto de lo que queda de aquellos edificios que formaban lo que en un tiempo fue una avanzadilla del tratamiento psiquiátrico y por donde pasaron bajo la batuta del doctor Cabaleiro tantos médicos de la especialidad entre los que, Lamas Crego o Leopoldo de Castro... o el psicólogo Manuel Siota… y una aun estudiante de Psicología, Elena Ochoa, la cual, motorizada, subía, que uno recuerde, cuando un día visité a Florencio de Arboiro, terapeuta ocupacional, entusiasmado como sus colegas de la especialidad de la recuperación o al menos alivio de las enfermedades mentales de más de un centenar de internos, que vagaban a veces hasta la misma ciudad ,pero siempre retornando a su lugar de tratamiento y a los que Luis Soria, detrayendo o complementando horas de su profesión, entrenaba en las artes del fútbol en un campo anexo. Ignoro si algún figura saldría de sus aulas. Todo esto fue y de aquello solo restan las ruinas de unos edificios que pareciesen bombardeados, tal el espolio del que solo restan paredes, que no se llevaron porque tal desmonte de sillares precisaría de artilugios complicados como grúas… pero todo se andará; cualquier día aparecen con la maquinaria que sea precisa y arrasarán con todo, no dejando piedra sobre piedra, ante la pasividad general, empezando por la de una Xunta que, nada más quitar la vigilancia de seguridad, propició que al día siguiente apareciesen los saqueadores vampiros que contaron con el no hacer de la fuerza pública, a pesar de todo el estrépito de camiones y camionetas saqueadoras. Incomprensible que en los tiempos que corren se deje arruinar lo que tanto costó. Será que no puede mantenerse, que no interesa, y ¿por qué no de provecho para a otros? Imagino el desasosiego de los supervivientes, que tanto esfuerzo dejaron por allí, ante esta devastación.

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