Opinión

Por una costa que aun 
por manida maravilla

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photo_camera La cornisa norte galaica nos impacta con estas playas de Pena Furada, Carros y Fábrega.

Un recorrido matinal inundado de sol por esta costa, siempre gratificante, y cuando unido a la belleza de ese encuentro entre la mar y la tierra, todavía más. Antes de asomarme al litoral transito con un cuñado de más pantufla que calcetín, que no deja de sorprenderme porque de mejor paso que él por mí esperado. Uno a mi carro andariego a algún pariente, aunque confieso que no sin cierta insistencia por mi parte; luego quedan todos satisfechos y contentos de que han ultrapasado los límites que ellos se habían impuesto.

Así nos apeamos en donde un esteiro que son esos cañaverales, xunqueiras que se forman antes de la desembocadura mansa de algún riachuelo en las playas de por acá. Y este esteiro es el de Bares, de la península del mismo nombre que se asoma al mar, aquí transformado de Cantábrico a Atlántico, que de más altura y desafíos que la misma Estaca de Bares, allí cercana, donde estación de seguimiento aéreo, americana por supuesto, hoy desmantelada, al lado del faro por donde puedes adentrarte hasta casi donde las olas baten, en el llamado Estaquín.

Desde este Esteiro, una pasarela de madera por más de quinientos metros te deja en asfaltada donde aún puedes optar por costear todo el litoral de Loiba con sus increíbles e inaccesibles playas, sus aguillós o esos acantilados que la hacen única; por eso el Picón, una playa, que en la bajamar desaparece y donde cuesta bajar y mas subir un desnivel que se aproxima a los 100 metros. en llegando a donde "The best bank of the world", que tanto vende este banco, que aun pasada la temporada se lo disputen para fotos no menos de docena de visitantes, que deben racionalizar su asiento. Esto me recuerda a las playa de As Catedrais, que de casi desconocida a tasadora de visitantes, y todo el lanzamiento se debió a un reportaje hace años aparecido en rotativo de tirada nacional.

Por "The best bank..." el litoral se hace más bravo y las playas de Fábregas, Carros o Sarridal impactan porque además solo para privilegiados capaces de superar esas alturas.

Nos llegamos al mirador de Pedra Furada, por la compactada pista que surcan un coche de la Guardia Civil y alguno particular; emerge a nuestros pies una enorme roca basáltica horadada en dos grandes agujeros por los que podría pasar lancha rápida y a izquierda la más que hermosa e casi inalcanzable playa del Sarridal donde una señora con acento caribeño nos canta sus alabanzas, sus estancias a medias entre Venezuela y este lugar y su imposibilidad de deshacerse de importante patrimonio en aquel país por su bajo valor, lo que la obliga a mantenerlo y a resistir, ella que tantos esfuerzos gastó en la emigración.

Ganas de bajar nos quedaron, pero renunciamos y no en la bajada a la inmediata playa de Carros o de Pedra Furada, que en la bajamar se ofrece como tal y en estas pleamares septembrinas desaparece toda y su inmediata de Fábregas, por donde pretendo trepar, los primeros metros mediante cuerda, pero que cuando llego ni rastros de la tal ni huellas de sendero de tanto que la mar golpea y desmenuza la costa y donde hace un par de años, suave el ascenso ahora casi vertical llevándose las persistentes olas hasta la misma cuerda. Si las marinas olas modifican los playeros perfiles, aquí lo que aun ayer mismo era suave, se tornó agreste y vertical y el mar continua lamiendo la costa como si reclamase lo que suyo fue, que no es el caso como el de esas inmisiones de bloques y cemento y terrenos ganados al mar, del que algunos terminan siendo recuperados por él.

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