Opinión

La delgada línea fronteriza

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photo_camera Plantaciones así se suceden a lo largo de las carreteras que cruzan el parque.

Aprovechando la bonanza antes de que los aquilones y su aliados traigan las lluvias y los vientos o los fríos o las nieves invadan nuestro hábitat, me fui con un par de amigos, que por amantes de lo que la naturaleza ofrece, nos encontramos de tránsito por el Portugal frontero con Zamora, allá por Hermisende. Estábamos en esta que es capital municipal, próxima a Portugal, a donde se toma una vez bajada A Canda y antes de subir O Padornelo. Si queremos, una vez en camino, dejada la autovía, a un kilómetro te apeas y vas por un sendero a derecha que por un par de kilómetros en la ladera te conduce al castro de Mouradellas, sobre el río Tuela, que interpuesta una gran muralla por el único y accesible flanco norte, abatida sobre su propia base y por ello reducida a un montículo de piedras, pero con no menos de seis metros de alta que tuvo, que daba acceso a un alargado castro; en otros flancos los promontorios que caen al río suficiente defensa parecen, porque ni rastros de muralla.

Estas tierras de infinitos valles, de montañas onduladas y enormemente modeladas, de las más antiguas, propicias son para grandes plantaciones en el monte y esto lo han sabido aprovechar los moradores allende la frontera, de las tierras del parque Natural de Montesinhos, cuya capital podría ser Vinhais si no fuese Bragança. Por Hermisende, capital municipal, casas restauradas, más que aldea limpia donde en la casa del Cura, a modo de rectoral hospedaje, trabamos conversa con dos mujeres más de villa que de aldea por su porte, que gallego parlantes pero convencidas de su pertenencia a la Comunidad de León, quienes a nuestra pregunta de si mejor en Galicia nos responderían que leonesas preferían ser, de lo que contento uno de los amigos que me acompañaba, porque él también. Cuando tentados de subir al pueblo de San Ciprián, que atraía por su forestal masa, divididos los pueblos por el río Tuela que nace en los montes de Lubián y que por allí puente medieval con rio, antes pasamos por Outeiriño, una elevación que dice que los topónimos se conservan en galaico.

A un paso, la frontera, y si tierra de castañas la pasada zamorana, ahora la lusa de enormes extensiones de cultivos donde la vista se pierde entre estas alomadas sierras que grandes plantaciones de la que tantos rendimientos, que las aldeas o más villas, de próspera vida aunque mermada por la emigración y el despoblamiento. Los sotos cuidados con tal esmero que arados para facilitar el crecimiento y favorecer la recogida de la castaña que inimaginable con los solos brazos aldeanos, como inimaginable que se puedan tener tales extensiones aradas, los castaños o sus plantones regados con un sistema de mangueras, y las consecuencias son claras, árboles jóvenes plenos o rebosantes de castañas de buen tamaño; algún refuerzo vendrá de fuera para coger miles, o menos, cientos de toneladas per populatione, o sea, por aldea. Centenares de kilómetros cuadrados para cultivar tanta castaña, que uno no ha visto tales plantaciones en su vida en terrenos donde la fruta abunda y se pierde en los árboles: peras, membrillos, manzanas, nueces, uvas que hubo más que hay, e higos que ya nadie recoge en parte alguna por estas latitudes, y cerezos jalonando algunas carreteras. Soutelo ya dice que tierra de castaños, Paramio nos recuerda al Paraño, Vilarinho a unas cuantas aldeas de por acá. El río Baceiro, tributario del Tuela, riega también aquellas tierras.

Como la hora del almuerzo instante nos fuimos los tres que éramos hacia Vinhais, la capital de facto del parque natural de Montesinhos que sorprende por su modernidad,  su palacio de la domus justitiae, y otro palacio del XVIII dedicado a museo. Por allí pasaba la vía Principal, militar y para usos civiles, directa de Braga-Chaves-Astorga. Un castro, luego romanizado, amurada ciudad medieval, después de la escisión lusa de la corona leonesa en el siglo XII con castelo; por varias veces en poder de los castellanos en las luchas entre el Reino de León por conservar lo que fue su Condado y el de Portugal, su independencia.

Viñedos que dieron nombre a  Vinhais, se cree, aunque el topónimo parece que viene de la ciudad romana de Veniatia, situada por encima de la actual. Hoy restan torreones, murallas y portalón de acceso en el corazón de esta villa limpia, de acogedoras gentes, comida buena y vinos, para los que gusten, que nunca traicionan aunque sean de la casa.

Si entras por A Mezquita, Manzalvos, Moimenta, tienes casi a tiro de piedra Vinhais. Vale la pena el viaje con tanta historia, naturaleza y hospedajes muy asequibles en el parque biológico de la naturaleza allí mismo.

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