Opinión

Las mimosas empiezan a abrir la latente primavera

Como latente la primavera aunque parezca anunciarse por el entorno de las montañas ourensanas con ese amarillo que tanto resalta de la mimosa, un árbol con una capacidad de colonización ni siquiera imaginable por aquel fraile que la trajo de Australia con el eucalipto con la intención de suministrar estacas para los viñedos del Ribeiro donde aún es plaga. Debajo de esta acacia solo medrarán los plantones de las semillas asegurándose la colonización, que se extenderá  imparable hasta constituirse en plaga prácticamente imposible de desarraigar y bajo la cual nada prospera. Menos mal que prestan al tapizado paisajístico su amarillo único. Se asocia la floración con la llegada de las carnestolendas. Casi como bajo el eucalipto, donde nada medra por mucho que se empeñe a Xunta en salpicar de carteles  Fauna protexida. ¿Pero qué fauna? Jamás vi por estos eucaliptales pájaro, mamífero o reptil alguno. Me estoy refiriendo a los enormes bosques de eucaliptos plantados en la costa cantábrica para provecho de comunidades de montes e inmediata ruina del terreno. Mientras la demanda de las papeleras de Navia y Marín siga, aquellos bosquesEl avión roquero o anduriña das rochas ya empieza a ser familiar en el urbano espacio continuarán proliferando y las grandes talas repoblándose al momento  

Pero más me centran esos árboles a punto de florecer, que son los primeros, después de las mimosas, como los ciruelos, claudieros, fatoneros y similares de la especie, que son como los mensajeros de una primavera a la vuelta. Observo las hinchadas yemas a punto de reventar. Están como a la espera y en pocos días cubrirán el árbol de sus blancas flores, que más pareciera nieve, de tan intenso el blancor. Iremos en sucesivos escritos secuenciando a árboles, arbustos y plantas a medida que alcancen el cenit de su floración.

Los que siguen ajenos a las estaciones son esas colonias de aviones o golondrinas roqueras que de mañana después de la amanecida se asientan en los alfeizares de los edificios tras la rúa Celso Emilio. Se despiojan, salen en grupos en rasantes vuelos a la caza de insectos, se acomodan de nuevo y al poco esas que bandadas fueron a veces de un centenar, no parten al unísono si no en espaciados grupos no sé a dónde. Estos hirúndinos como sus congéneres: golondrinas, aviones, van partiendo en grupos hasta dejar desierto lo que antes importante posadero. Llevan años en esta obligada, mas no diaria visita. Y como todos los de la especie para tomar vuelo precisan de cierta altura porque la envergadura de sus alas les dificultaría salir volando desde el suelo. Así me encontré más de una vez en el campo con esta ave a la que hube de levantar y soltar para que emprendiese el vuelo. Estos prodigiosos voladores que más cercanos a las vencejos que a las golondrinas que aquí llamamos por el hermoso nombre de "andorihna das rochas", normalmente en el sur de Europa se estacionan mientras sus congéneres europeos del centro y norte de Europa deben emigrar en el cambio estacional. Estos paseriformes con un peso de 20-25 gramos y una talla de 15 centímetros de tantas acrobacias como los vencejos. Con dos puestas al año se aseguran la reproducción y por aquí aumentan la colonia insensiblemente cada año.

Nunca sustituirán al vencejo con sus potentes chillidos en los picados y acrobáticos vuelos. Decía el vulgo que  de tan voladoras estas aves dormían en las alturas planeando inconscientes e incluso en ellas realizaban las funciones reproductoras. En cuanto a lo primero si se ha comprobado vuelos en alturas que superan algunos meses sin tocar tierra alimentándose del placton aéreo. Y contra todo lo que parece no están emparentados con golondrinas y aviones.

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