Opinión

Parada con Jesús da Aira, camiño da Peneda

Camiño da Peneda me detengo en Entrimo con Jesús Gonzalez, que fue concejal de cultura en el Concello y desde hace más de veinte años empeñado como artista en la talla, a partir de diversas maderas, de alegorias, figuras, imágenes que el mismo ha imaginado sin tomar modelo alguno. Desde su casero taller ha creado una ingente obra que no solo ha llenado el museo Pura Santos si no muchas dependencias de su propia casa en taller donde elabora con una serie de trenchas estos trabajos a los que ha dado cabida el museo municipal dedicado a la citada doña Pura que fue una maestra que dejó huella en la villa. Jesús firma sus trabajos como Jesús da Aira. Es de esos que expone y no vende aunque pudiera; como no para de tallar amenaza con salírsele extramuros su ingente producción, supongo que con la anuencia de esposa e hija. Como es indesmayable con la talla, en este intre ya habia tramado con Don Pepe ir a la búsqueda de maderas cuales fuesen, para tallar siempre cosas distintas pero con un mismo patrón, donde más la alegoría que la figuración o la abstracción. Jesús es de los que acumulan muchas experiencias cuando trabajador por Europa o residente en Madrid, que algo se verá reflejado en su obra. Pero la valoración queda para entendidos o en todo caso para los asistentes.

Me acompaña un amigo al que llevo para hacer una caminata entre las sierras do Quinxo y A Peneda, que ésta si que confirma su carácter de roquedal. Al paso obligado por Entrimo, que el nombre al parecer le viene por Inter Amni, por estar entre rios, que eso significa en lengua latina, en este caso el Pacín y el Agro o de Covas, nos paramos para aprovisionamiento o intendencia precisa para quienes en el monte comen, pero antes con Jorge, del Concello, con Nícolas, que de Nicolás no le viene porque se llama José Manuel, y con Nuria, trashumante barra-terraza, que nos sirve unos cafés o lo que fuere. De aprovisionamiento en supermercado, de obligada parada con Pepe, del Bar Estrella, que me dice que más pescador de bogas que de truchas, con Diego, que desde la oficina de ahorro, de tan ocupado ni tiempo de levantarse de la silla, como de rigor sería para con quien de fuera viene, y ya en el supermercado, cuando en pugna por el pago, mas finalmente doblegado por la insisitencia de mi acompañante, le dejo abonar la compra y la cajera, de agraciada figura y ojos que inadvertidos a nadie pasan, me sorprende diciendome que me lee y que le agrada mi modus escribendi. Uno no deja de sorprenderse cada día y está esperando que lo fustiguen. Le digo un tanto de coña por qué no colgó lo mío sobre Entrimo, esa Arcadia feliz y me contesta porque no se lo permiten; si por ella fuese, lo haría. Sorpresas que da el periplo por ahí.

Saludado Moncho, el alcalde, que de pie en conversa con dos de Correos, es Amadeo, ese concejal para todo y para todos, el que nos atiende y dejamos los flecos de la Camiñada Terrachám-Peneda ya cerrados cuando arrancamos hacia Pereira que no A Pereira, como me recuerda Pepe Ficheira, así llamada su familia por el barrio de su aldea donde mora, lo encontramos mas dispuesto a recogernos en su auto en el santuario de A Peneda que a compañar nuestro pateo. Por lo que continuamos,como dirían las gentes del Latio inclemente Phaebo o sea bajo un sol que de justicia que de cierta opresión antes de la arribada a las lomas do Quinxo donde cierto frescor que se tornaría de menos al paso de Ribeiro de Baixo, traspasada la frontera donde refugio fue de muchos huidos de la represión franquista, que se refugiaban en el pueblo, libre de la policia salazarista, la Pide, que por aquellos lugares no ponía el pie, así que no se podían devolver a suelo hispano, pero si eran blanco de los escuadras negras de Falange que practicaban el tiro desde la ladera del Quinxo, porque no se atrevían a pasar la frontera temiendo a los vecinos, que podrían recibirlos con sus escopetas de caza, como nos cuentan dos personas de edad y recuerdo vivo por allá. A los escapados los protegían escondiéndolos en sus cuadras.

Se empina la cuesta y la escasez de agua pone en alarma a mi acompañante, pero con voluntad nos hallamos en una aldea de la cima dicha Poussios, que de reposo así llamada, pienso, porque mientras recogíamos hilillo de entubada agua, dos paisanos, sin aldeano tufillo, por emigrados, nos ofrecerían vino para el camino, que como Ficheira diría, mejor que no, porque más avinagrados que refrescados habríamos de resultar.


Calzada semidestruida


Varios descansos para acometer la rampas cuando transitamos por medieval y empedrada calzada, semidestruida por excavadoras vecinales que con ánimo de agrandar el empedrado vial, cuasaron gran destrozo. Si estos pueblos no quieren conservar su memoria, peor para ellos, pero el estrago impacta. Menos mal que aún se conservan algunos tramos.

Cuando de rematada cumbre nos hallamos recostados bajo la umbría de un carballo, que se agradecía, dimos comienzo al campestre almuerzo mientras una manada de caballos bravíos, el famoso garrano geresiano, de súbita aparición y no menos retirada. Cuando de emprendida para abajo, porque el santuario en el fondo, avistamos la lagoa do Penedo, encima de él, y todo el perfil rocoso de la sierra de A Peneda dentro del parque nacional.

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