Opinión

De la pintura a la poesía; o de Moreiras a Tovar

En un apresurado paseo a través, por la rúa del mismo nombre, yo que rara avis en tiendas que no sean deportivas, me encuentro descendiendo a los bajos de la tienda de Roberto Verino. Entrando, como trasiego de la gente de la cultura que va y viene, y como yo de los idos, me sorprendo que los comerciantes o diseñadores, de marca en este caso, con ese compromiso cultural, aunque tratándose de Manolo Mariño no tiene porqué extrañar que haya dado albergue a una obra de esas diferentes a la que nos va acostumbrando Baldomero Moreiras, el pintor que al acoubo de Castromao de sus juveniles años lo sustituyo por el tan bucólico de Golpellás. Entre vinos de la marca Verino, el Gargallo, por ejemplo, se servían con profusión y con pinchos varios, que la gente formando corrillos de fácil trabazón y desligue por lo que si quisieras acaparar al artista lo ibas a tener difícil; así que un abrazo, parlamento imprescindible y ya me lío con Mani Moretón y Federico, un amigo al que había perdido la pista; con Mani, que por talla y fotográfico arte siempre sobresale allá donde fuere; ambos de acuerdo para irnos con nuestro común amigo Pepe Ficheira a echar unas parrafadas o un bacalhau por Castro Laboreiro, o donde se terciase del vecino país. Breve parlamento con Ana Garrido, que desde la concellería de Cultura donde impronta dejó, retornada a la docencia. Veo a dos primas, de las que una en todo cultural evento, Maribel, la otra, que no vislumbro si Belem, por acompañante y de temporal abandono de un estacional negocio de la Plaza Paz Nóvoa en el que por estas fechas puedes encontrar eso diferente que ella se procura en cualquier viaje. Ni tiempo de saludos porque siempre te lías de parlamento y te aislas, aunque de pasada, con Juan C. Sierra, entregado a la docencia y a la investigación, y aun a la política cuando ocupó cargo en la Xunta, del que uno de sus compromisos fue sumarse a un movimiento llamado Comité de Salvación del río Miño, logrando que las graveras que extraían coios se paralizasen de aquí a la desembocadura.

Como pasadas las ocho de la tarde que ahora ya habituados a decir las 20 horas, por la calle del Paseo, nos vamos hacia el Liceo, que desde que anda bajo las riendas del Casares Javier, es un hervidero de cultura; parece como si desenfrenada esta pasión. En este caso no podía obviarse un homenaje o recordatorio de la poesía de Antón Tovar, que con Valente podría colocarse en nuestro particular olimpo de la auriense ciudad y aun galaico. Para estos actos siempre hay un alma mater, ese coordinador, en este caso el profesor Delfín Caseiro.  


 Una mesa por Tovar 


Hizo la presentación de la mesa Javier Casares, presidente del Liceo, hablando lo justo, porque de inmediato dio entrada a la mesa de cinco en el escenario. Caseiro expuso con nitidez, su voz, lo que decía y el sincronizado micro ayudaron; Zabal tomaría la palabra, medida, expresiva y menos nítida llegaba a un auditorio más que centenario; Tosar, de tan abundante  que el solo daría para llenar el acto, contó de como trabaría amistad con el poeta, después de escribir sobre él; Quique Tovar, embargado por la emoción, tomada un tanto la voz, no sería ayudado de unos micrófonos acaso distantes y, por ello, exigía esfuerzo auditivo del público, contaba alguna anécdota como aquella en la que se introdujo en su coche, que podría llevarle a cualquier lugar menos al pensado, pues igual pensaba en Vigo y aparecía en Santiago, arrancó el motor, pisó el embrague, metió la marcha, si se acordaba de estos pasos, extrañándose de que aquello no se moviese, cuando se le acercó alguien que le dijo con sorna: Señor, que su coche no tiene las ruedas. Se las habían robado; y Del Caño, hizo algunos esbozos como biógrafo.

Como los asistentes no hicieron preguntas se pasaría a la declamación de lo considerado más selecto del poemario del fallecido poeta con la sentida y pausada voz de María Teresa Devesa, concejala de cultura de Allariz, y la  de Manuel Blanco, como acompañados a los sones de una guitarra. Me extrañó esa presencia de una empresa concesionaria de autos en implicarse en este acto, no sé si para comprometerse en alguna edición de la obra del poeta o para subvenir algún gasto. No me dio tiempo de preguntarlo al presidente del grupo José R. Pérez - Rumbao, heredero de su hermano Emilio en la presidencia.

Corillos en la salida donde trabo parlamento con Purita Veiga, que con otras formaba como la tertulia tovariana que en su trashumancia recalaría también en el Liceo, se cree que a modo de inspiradoras musas. Estas tertulias empezarían, en torno al poeta, como errabundas por entre bares, del Cortijo, al Marinto, al Pingallo, ignoro si al Tucho; eran fieles en aquel séquito, Agustín Perianes, Santiago Lamas, Augusto Valencia, Víctor Campio, Segundo Alvarado, Ananín, Elisa, Lola y Carme Carballo, entre otros; cuando por acá se venía de vacaciones desde Canadá, Antón Risco se incrementaba la tertulia. Era cual recreación de una mini Atenas de las letras, que podía rememorar aquella inolvidable precursora que fue la Peña de Sabios, del Hotel Roma, con Risco y Otero Pedrayo a la cabeza.


Veranos en A Lanzada


Alguien me recuerda los veraneos en A Lanzada del poeta con su hermano Chelís en una gran tienda de campaña por más meses que el verano tiene, quizás. Aquel bravo mar le comprometía en su poemario; a él dedicaría un libro. 

A postres, podría decirse, rúa arriba nos fuimos con los hermanos Quique y Chelís Tovar, a su vez del poeta, como le llamaban siempre. Y como encuentros que no son frecuentes, la adición de Margarita y Ana Tovar, sobrinas por demás del poeta, y de otro sobrino el procurador Quique Tovar junior, y los primos del homenajeado, Vicente y Segis Bobillo, el primero residente en Allariz y el segundo además sempiterno directivo del Liceo hasta que le sobrevino un físico percance que no le hace perder ni el ánimo ni las ganas.

Yo del poeta me quedaría con El tren y las cosas, que alusión hace cuando ellos infantes y su padre a modo de locomotora recorría todas las estancias de su casa con los hijos tras él como vagones… el remate de aquel memorable poema: Yace en Castilla aquel a quien nosotros creíamos un invencible rey. Y en esa estepa castellana enterraron a su padre y los de la estirpe que fueron pasando, aquí yacen.

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