Opinión

A Ponte también existe


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photo_camera A Ponte también existe, aunque menos diferenciada por tantos puentes.

Basta pasar el río y ya estamos en A Ponte, donde sus moradores más sello de identidad que el nuestro de la rive gauche tienen. Ser de A Ponte era un orgullo. Ahora con tantos puentes parece, aunque seguimos incomunicados. A Ponte fue ayuntamiento de Canedo hasta la anexión a Ourense en 1940, y de tan próspero, que fábricas de maderas o aserraderos, almacenes de alimentación, de vinos, una estación ferroviaria, los pescaderos o sea los camiones que de Vigo a Madrid llevaban los peces a la capital refrigerados con grandes bloques de hielo que iban goteando carretera adelante, tenían allí su base, así como el granero de la ciudad. Gentes industriosas éstas, como los Moretón, Santorum, Tabarés, Mazaira, Menéndez, …en alimentación; en transporte, los Rusos o en las pieles, Amador, entre muchos que tenían allí sus almacenes. Hoy todo eso ha desparecido incluso aquel símbolo que era La Troya. Por este Puente me voy y de camino hallo que la vida bulle, incluso quizás en la cima, en el pazo de Guizamonde, donde el doctor Cabaleiro tenía sanatorio o el de Eiroás, donde los González Diéguez tuvieron morada, de los que Manolo, matemático docente, fue el último donante de un gran solar para campo de fútbol para su barriada, que encima le pasaba el tractor para allanarlo.

Pensar que desde la romanidad solamente a Ponte Vella intercomunicaba ambas orillas sería negar primero que el puente viejo de origen romano fue derribado por las avenidas más de una vez, cuando los operarios u obreros que lo reconstruían lograron que no se les alimentase con salmón del rio, de tan aburridos de comerlo; y, segundo, que para paliar esta deficiencia de paso existían dos portus o sea como embarcaderos de donde partían las balsas o barcazas que una bajo el mismo puente viejo, el Portus Auriensis, administrado por la mitra, para paso de, ganado, carros, mercancías y gente que se encomendaba, alguna en la capilla de Os Remedios; otro portus más arriba, llamado Portovello o portus, en la orilla miñota de as Lagoas con otra capilla, administrado no sé si por el Concejo o el Cabildo. Las gentes no querían arriesgarse a perder la vida sin asegurarse la eternidad y así oraban los píos, que otros muchos, no. De esto tiene un exhaustivo estudio Juan Carlos Rivas. Esto corrobora que el Puente otra ciudad y que los ríos segregan, de tal modo que aunque se cubriera el Miño siempre existiría o barrio da Ponte.

Donde antes muy abandonadas calles, con malas aceras sin pintar, con tiendas sino decadentes sí desfloridas, ahora donde se asientan las calles de todos los ríos provinciales, viajaría uno remando por el Arnoia, el Támega, el Sil, el Miño o el mismo Limia o el Xares, el Bibei y si me apuráis el Navea. Todas de tan bien urbanizadas en la era del alcalde Paco Rodríguez, que amén de revalorizar el lugar lo potenciaron a juzgar por la vida que en ellos hay. Cuando subo cara a la estación Empalme me interpela alguien al que yo desdibujado había, pero con tanta familiaridad que enseguida trabamos parlamento. Juan, que me dice que conocido por Grilo, me habla de que le entraron unas ganas enormes de ir a las montañas que describo. Desmedido elogio, que agradezco aun sobredimensionado. Nos damos un apretón de manos yo más sorprendido de que me lean, cuando paso por delante de panadería que de apertura temprana dominical la atención podría pertenecer a la mejor escuela por la desbordante amabilidad que te engancha para llevarte lo que te den. Veo la Estación Empalme y me asalta su megaproyecto para el Ave previo derribo de la que hay que tiene personalidad, por lo que me parece una desmesura. Será mejor adaptarla que tirarla, digo yo; pero siempre la megalomanía está presente y el absurdo como consecuencia para tanto cegato a la normalidad. Se pierde el sentido en faraónicos proyectos. Incluso se pueden sumar al proyecto los que lo combatían; así desaparece la cordura

De regreso por la si que avenida de Marín, de aligustres, esos árboles de perenne hoja, en plena floración con ese amarillo desvaído y que siempre te recuerda algún apresurado tránsito hacia un tren que se va…pero al que siempre llegas.

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