Opinión

La soledad de los que tuvieron poder

Opinión
photo_camera La pensadora Ayn Rand.

Cuando uno se jubila, ve jubilados por todas partes, cuando uno se rompe una pierna, esos de muleta transitoria no existían; entonces  se avistan por docenas.

Hay jubilados activos y otros que se resisten a ese estado y tratan de prorrogar hasta lo indecible. Esto no va con los altos cargos que por sí mismos desconocen la palabra, salvo si les sobreviene una incapacidad, que aun así debería de ser psíquica, porque si renquean del locomotor aparato serán transportados en silla de ruedas, o si falta hiciere, en sillas gestatorias a un papal modo ya periclitado.

El jubilado, de eso que se dice jubileo o alegría, no siempre es así, sobre todo si tuvo poltrona, coche, despacho ampuloso en la pública administración…o en la privada. Vi a unos cuantos que de tal resistencia a cambiar de estado, que ya se hacían crónicos. Creo que estos deberían aprender que en Portugal les llaman "reformados", o en Italia "pensionati" y en Brasil, "aposentados". Muy expresivas denominaciones.

Apena ver a alguno en esta situación, sobre todo los que fueron prohombres en la ciudad y provincia. A un director general de la extinta Caja de Ahorros, ya relevado y por ende cesado, se le veía bajar a la ciudad para leer los periódicos y tomarse un café, en solitario porque ya pocos se acercaban a él cuando tenía que sacudirse a tanto amigo sobrevenido en la abundancia, por lo que jamás tomaría café o de esporádica salida y casi furtiva cuando en el cenit de su profesión. Habiendo cesado en el cargo casi lo evitaban y eso que había concedido préstamos para tantos en la ciudad, ayudando en sus negocios, y, por descontado, cuasi paternal para el personal a su cargo. Así somos, y lo mismo aplicable para quienes repartieron dádivas sin cuento, empleos o lo que fuere, que pronto olvidados por los mismos beneficiarios. La soledad sobreviene y esto lo percibimos un amigo y yo parados en semáforo cuando uno de estos prohombres, ya en retiro, no recibía ni un saludo del casi tropel que enfrente se encontraba cuando hasta poco ha tenía que sacudirse de tanto, o saludo transitorio, o si se paraba,   besamanos.

¿Vale la pena el poder con este final? Habrá que preguntárselo a los que lo padecen, porque algunos se hallarán que digan que ellos de tal retiro, que para todo, alejados de la humana especie de aduladores. Sic transit gloria mundi. Lo efímero que es todo y la miseria e ingratitud humana, a pesar de que algún poeta remataría… la ingratitud es la quintaesencia de cuantas acciones viles tiene la bajeza humana, pagar mal quien bien recibe.
Aunque parecería moralina barata, deberíamos todos tener presente lo que la dejadez humana arrumbada está en el trastero de nuestras conciencias.


El Vellocino de Oro


El poder fascina. Los humanos admiramos al poder, mejor, a quienes lo detentan aunque ningún beneficio de ello se derive. El Vellocino de Oro está tan ínsito en nuestras mentes, que necesitamos un becerro a quien admirar, un referente, que se dice. Nunca la sociedad será capaz de librarse de este monstruo. "¿Por qué?", nos preguntamos. Porque ya desde nuestra parcela hay tendencia a admirar al poderoso y a todo lo que de él dimana. Y aquí habría que sacar a colación al pensador alemán Erich Fromm, el de "Ser y Tener". ¿A quién admiraremos más, al que es o al que tiene?  Indudablemente al que tiene. Siempre esperamos obtener algún beneficio de los que poseen no de los que son, que por personales méritos ningún material beneficio para nosotros o el entorno. Seguiremos sumidos en el papanatismo de los que tienen, los poderosos, sin enterarnos que los que son más huella dejarán en la sociedad de la que parte forman que los que tienen que amenazan con convertirse en unos irrelevantes ricos de cementerio.

Instalados en este que dilema podría parecer nada más a propósito que a lo de Fromm añadir lo de la pensadora ruso-judeo-americana Ayn Rand: "Cuando adviertas que para producir necesitas la autorización de quien nada produce. Cuando compruebes que el dinero es para quien negocia no con bienes si no con favores. Cuando te des cuenta de que muchos son ricos por sobornos, influencias más que por su trabajo, y que las leyes no nos protegen de ellos, más por el contrario, son ellos los que están protegidos. Cuando percibas que la corrupción es recompensada y  la honestidad es valdío sacrificio. Entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada". 

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