Opinión

Sueños de una mañana de verano

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photo_camera Grupo de caminantes ourensanos en una de las numerosas salidas por tierras de Portugal; aquí transitando por esa hermosa costa cercana a Nazaret
 

Me encuentro tomando un café con Celso Pumar en el Jam Session, que ahora tiene terraza y diseño diferente a cuando Manolo Carballo, compositor y guitarrista, lo tenía y ofrecía conciertos con toda cuanta orquestina de por aquí y por allí. Aquello tuvo su éxito…pero no sabemos si más pérdidas debidas al entusiasmo de Manolo  y no era el caso rememorarlo con Celso, mas si los diez años que compartimos caminatas, primero dentro del Club Santo Domingo donde era costumbre que a media mañana Óscar, el encargado del club, apareciera cuando andados varios kilómetros, con sus termos de café o chocolate, monumentales bocadillos de queso y jamón que él procuraba de sabrosísimas barras, y de refiesta, unas bicas. Este Óscar de tanto entusiasmo como cualquiera de la veintena o treintena de caminantes, que luego rematábamos en el Club para el almuerzo. Seguiríamos Celso y yo con vario éxito fuera del Santo Domingo, y, separados, Pumar continuaría ofreciendo lo novedoso de la atención particular, lo diferente, en fin, lo que no suele dar una viajera agencia. Yo iría por donde me gustaba, por esas montañas, que tantas hay y siempre con novedades. Todos nos hacemos mayores y en esas aventuras por las sierras nos vamos poniendo fronteras, y, sobre todo, el espíritu va decayendo. 

En pleno café pasa Pepe González, que monitor de tenis, coleccionista ahora de todo lo que a material se refiere de este deporte. Algún día puede sorprendernos con una exposición. Quedé en darle alguna raqueta de madera de los años 60…pero solo encontré un par de ellas, que recogió como si tesoro. Así que los que tengan raquetas de pasadas épocas, Pepito, como llamábamos cariñosamente al hijo de Juancho González, amante del fútbol que iba para figura y al que recordamos en casi diarias partidas de tenis en las pistas del Santo Domingo con su buen amigo Quique Tovar, en una rivalidad que ya formaba parte de las que en el club se daban, donde Juancho ponía a prueba su gen competitivo frente a un Quique que ponía menos y su proverbial clama. Esta rivalidad era buena porque suponía un estímulo para jugar la siguiente partida. Inolvidables amigos siempre con la palabra amistosa en su boca.

De camino me paro en el Bamio, una tienda de deportes especializada en tenis y padel, sobre todo, donde el monfortino Fernando atiende al que venga y más se expande en sus salidas que dentro de su tienda. Hay que llegar a la especialización si quieres sobrevivir en un mundo de hípers del deporte. Así tenemos también a Entrepicos que lleva Felipe, que puede aconsejarte y bien sobre un material especializado en montaña, Y también otros en fútbol, baloncesto… así puede lograrse que la supervivencia sea posible frente a esos gigantes que cual molinos de viento amenazan con dejar maltrecho a ese enano comercio…pero que siempre extremando la personal atención encuentran un resquicio para superar el día a día. Y la especialización ha llegado a extremos a que solo tienda de zapatillas de lo que ahora da en llamarse running, que tan bien suena que a cualquiera que se compre unas zapatillas de marca, ya el correr como añadidura, porque no cabe duda que cuando nos sentimos bien, todo rueda bien, pero, ojo, que el corredor de fondo o medio fondo es muy selectivo y para decidirse, probará y reprobará. ¿Valdrá la pena la especialización cuando un cliente marea más que perdiz a cazador? Uno que fue corredor de cross se calzaba con unas wamba, sin apenas suela, que obligaban a impactar con la punta del pie, flexionando más que a talonar como hoy en día.

Así también sobreviven las tiendas de ultramarinos casi extintas en el centro, y de vida en las afueras, ahora sin la romana y el surtidor de aceite a granel o el papel de estraza para envolver o también para hacer las cuentas. Es el mercado que junto con el on.line tiene su proyección, lo que no garantiza la supervivencia del pequeño comercio de por acá de tanto lujo que un amigo recién llegado de Berlín me señalaba que por allá no encontró tiendas como las de aquí, casi lujosas si se quiere, en un contraste chocante, cuando creemos a Berlín la capital europea de todo.

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