Opinión

Un día entre Entrimo y A Peneda

deambu_result
photo_camera Frontera con Portugal en esta raya húmeda en el paso del rio Laboreiro en Ribeiro de Baixo, camino del santuario de A Peneda, por un puente al que han abatido muchas crecidas cuando de madera…y aun de enlosado pavimento.

Me hallo en la capital entrimeña dicha Terrachán, como Mugueimes lo es de Muíños o Luíntra de Nogueira. Como al filo de las ocho y media la temperatura entre 17-18 grados. Algunos madrugadores ya ataviados más de corredores de montaña para afrontar los 20 kilómetros de dureza hasta el santuario de A Peneda. De saludos con ese fidelísimo a Entrimo que es Xosé Lois Freixeiro, ex presidente de la Gallega de Montaña, pateador incansable de toda cuanta montaña de los Alpes a los Andes o Himalayas, que siempre arrastra a un sexteto de amigos; con Jorge, ligado a la viguesa odontología y con Tere, que siempre en la brecha ambos hasta que por fuerza mayor ausentes por un lustro; también con José, al que por su parecido con el expresidente iraní Ahmadineyad así conocíamos sotto voce., siendo él consciente; al pie del cañón el alcalde Moncho que ya entre amigos; en la faena de ordenar la intendencia, los aprovisionamientos en ruta, Amadeo, el concejal de cultura y deportes, con Jorge, para todo; Santi, el sacristán con Ficheira, inevitables en la reserva para echar una mano. Jorge, el oficinista del Concello, ataviado de ciclista, de acá para allá, implicado como se halla en todo el tinglado, y que luego, en lugar de la bici, ejercería como hombre escoba. Llega menos gente de la esperada cuando se sobrepasaba el centenar con facilidad. Será que el calor, se preveen 30 grados por el monte, disuade y mucho porque más de docenas partieron aun con el alba.

Esta caminata, que se acerca a la veintena, rememora lo que fue a Terrachán cuando muchos peregrinos recalaban aquí desde el contorno, hacían noche y se iban como ofrecidos a la virgen da Peneda, que fama de milagreira para las gentes de la Baixa Limia, e incluso de la Alta y no pocos trasmontanos de Portugal.

Cuando las nueve se da salida informal de caminantes untados para mitigar los solares rayos, ataviados de más gorras que sombreros, aunque aconsejables los segundos. Unos minutos después un grupo de ciclistas mezclados entre carretera y montaña, se van por la carretera Ameixoeira-CastroLaboreiro-Lamas de Mouro, entre los que el alcalde, que más afinado el tipo hace de la bici su deporte cuando antes por el fútbol deambulaba.

Ferreiros y los mosquitos

El tránsito por Ferreiros, primera aldea, y la bajada al rio de Cobas donde te molestan más que acribillan los mosquitos, esos de enjambre que como queriendo acceder a las cuencas húmedas de los ojos. 

Por Pereira que parroquia y en varios barrios dividida se afronta subida empedrada; voy con dos no encontrados al azar cuando libamos de la fuente de O Pousadoiro, y en lo alto cuando se ve el rio de Castro Laboreiro decidimos tirar por el trayecto largo de los dos optativos, que nos hacen pasar por consolidado puente a la adversa parte portuguesa de esta raya húmeda, cuando debimos de afrontar la durísima rampa a Poussios donde sentados y a la sombra Jorge, de la intendencia, otro Jorge, caminante de reposo, Miguel y Zé. Plátano por cabeza, naranja alguno y bebidas energéticas un par de ellos, y yo un botellín de agua trasegado y otro para afrontar las rampas de lo que antes fue empedrado y medieval camino hasta que las paleadoras vecinales hicieron sus “arreglos” para poder subir en coche hasta sus menguadas vacas pastando escasamente en las alturas.

Calor y bajada

Aprieta el calor, nos sobrepasa joven animoso que después sentado como recuperándose, y ya en la cima, la bajada para los tres y algunos alcanzado o alcanzándonos nos precipitamos en la dura bajada, en parte por enlosado camino.

El santuario a la vista muy pronto porque cuando antes el pinar impedía el avistamiento ahora, de tantos incendios como han asolado esta sierra, la visión se muestra tempranera. Aun tenderetes feriales, y ambientillo cuando embarcados en el microbús de Lino Perdiz, que flotilla de ellos tiene, camino de Entrimo, base del campestre almuerzo donde ese grupo de mujeres con Maritilde, Paquita e Irene que tanto colaboraron también cuando esa insigne maestra que fue Pura Santos las dirigía, tendrían todo dispuesto para que accedas a tortillas, filetes de cachena rebozados, empanadas, bicas de postre, cerveza a presión servida por las ya crecidas hijas del alcalde, que a la familia implicar quiere en estos eventos.

Así se fue una jornada en un remoto lugar de la frontera suroccidental de la provincia, cuando más cosas deberían contarse de las aquí vertidas.

Te puede interesar