Opinión

Los alcaldes que los ourensanos esperan

La hora es hoy, alcalde. Han hablado los electores y esta provincia, con su ciudad al frente, comienza una etapa con una configuración política más incierta que nunca, pero que ineluctablemente ha de poner el punto final a unos años de nefasto balance. El nuevo regidor de la tercera urbe de Galicia debe tomar el timón y cambiar el rumbo de este Ourense que, debido a los desafortunados episodios vividos en la política municipal reciente (y también al énfasis desmedido de determinados grupos foráneos empecinados en difundir una imagen grotesca y desenfocada de esta provincia), ha ocupado un protagonismo indeseable en la crónica negra de la política. Nuestra ciudad no puede volver a protagonizar jamás la actualidad informativa por causas judiciales de toda índole, por un gobierno municipal roto y enredado en luchas intestinas en vez de ofrecer un esfuerzo coral por su ciudad, o por una oposición más preocupada de alimentar el circo mediático que del pan de los ciudadanos que les han prestado su voto. Hemos vivido durante unos años entre la decepción y la frustración de ver a nuestra ciudad enredándose en laberintos sin salida.


Hoy es el día. No es momento de entretenernos con el pasado, sino de tener la osadía de pisar con decisión la esperanzadora senda que conduce al futuro y al éxito. Los ciudadanos han elegido -como siempre y digan lo que digan los que no saben interpretar la derrota- con libertad a las personas que los van a representar e, independientemente de quien empuñe el bastón de mando y de su afiliación política, de su decisión ha de salir un alcalde obligado a trabajar con autonomía, por y para todos, sin ataduras anudadas por intereses partidistas o por indicaciones diseñadas desde Santiago o desde Madrid. El alcalde de Ourense ha de estar dispuesto a dejar su vida política en Ourense y por Ourense. Premisa esencial para cualquiera de los regidores que han de gobernar los 92 municipios de esta provincia.
 No existe otra forma de desencadenar la transformación pendiente. El primer reto a la vista, formar un gobierno con garantías de estabilidad, con aliados y alianzas responsables, en las que el ciudadano pese más que los partidos y que las consignas que éstos trazan en distantes despachos compostelanos o madrileños. También ahora más que nunca las oposiciones han de saber que su papel es el de ayudar a construir un escenario de sosiego y estabilidad. Los votantes no consentirán otra cosa. Han manifestado con contundencia su hartazgo. Anhelan seriedad, equilibrio, solidez y solvencia.


Logrado esto, alcalde, comenzará el trabajo duro por situar a esta tierra en el lugar que le corresponde. Para ello, alcalde, es imprescindible encarar con energía y con autoridad a las administraciones públicas que históricamente han negado a esta provincia herramientas de desarrollo de las que otros lugares se benefician desde hace largo tiempo. Exigirles, con la voz autorizada y cargada de razón de Ourense, la culminación de proyectos que acumulan dilaciones temerarias. Transporte metropolitano, complejo cultural de San Francisco, circunvalaciones inacabadas, la autovía a Lugo, la A-76, la renovación de la Plaza de Abastos, la rehabilitación del Museo Arqueológico… son sólo algunos ejemplos del razonable reproche de esta ciudad (y de la provincia que capitanea) hacia las sucesivas administraciones central y autonómica. Lo hemos dicho en no pocas ocaciones. No hay victimismo en este discurso, sino una demanda de justicia y de ese reequilibrio que tantas veces nos han anunciado y todavia hoy continuamos esperando. También, un mensaje decidido de autocrítica, por todo aquello que desde dentro hemos dejado de hacer para evitar esos comportamientos discriminatorios hacia esta, a pesar de todo, rica Galicia interior.


Hoy es el día en que el elegido ha de comenzar ya, sin un segundo de demora, a exigir a la Xunta de Galicia que comience a trabajar de forma proactiva y visible por el progreso de la ciudad y de la provincia. No valen compromisos que no lleguen sustentados por plazos de ejecución y presupuestos, como ha ocurrido recientemente con el apoyo explicitado por la Administración gallega a la estación de montaña de Manzaneda, una declaración de intenciones cerrada con buenas palabras pero sin un euro de inversión (y ello cuando la propia Xunta había adelantado que aprobaría la partida necesaria para innivación artificial de forma inminente en su consello semanal). El alcalde de esta ciudad (como el de cualquier alcalde de la provincia), no puede dejarse silenciar sólo con buenas palabras. Debe lanzar el mensaje a sus interlocutores, compañeros de partido o no, ex compañeros de Ejecutivo o no, que las intenciones sólo se demuestran con una rúbrica y un presupuesto cerrado. Y aún así jamás bajará la guardia. Sólo de este modo podrá ir saldando deudas pendientes.


Pero Ourense necesita más. El gran reto del alcalde que se sentará en la Consistorial de esta ciudad es activar la revolución urbana pendiente. Huelga decir que resulta imprescindible cerrar ese plan de urbanismo sobre el que consolidar una ciudad inmejorable para vivir, en armonía con su espléndido medio ambiente, abrazada a sus ríos, en sociedad con sus generosos recursos, como los patrimoniales o los termales, comunicada con eficiencia con el resto del mundo e irresistible, en definitiva, para los inversores.
El alcalde que Ourense espera es audaz e imaginativo, capaz de marcarse retos complejos y llevarlos a término con tenacidad. Ese alcalde ha de saber que Ourense es la ciudad de las comunicaciones, porque somos la puerta de entrada de Galicia, la arteria por la que esta Comunidad autónoma se mueve hacia el resto del Estado. Debe tener presente que si hay en Galicia una ciudad de la cultura, esa es la que un día la Xeración Nós bautizó como la Atenas de Galicia, y no el Gaiás, y en consecuencia aspirar a que sea Ourense el beneficiario de grandes inyecciones económicas como esos 300 millones de euros que hoy yacen en el monte compostelano.

Debe perseguir que esta ciudad sea también la ciudad del desarrollo tecnológico e industrial; posee en su área metropolitana una de las mayores concentraciones empresariales de Galicia, dotada con un parque tecnológico, dispone además en su propio municipio de suelo abundante y con una geolocalización en el mapa del Noroeste español envidiable para seducir a las industrias con una oferta inmejorable. Ourense, alcalde, es también la ciudad de los emprendedores, pero de los emprendedores de verdad, de aquellos que comienzan a caminar con lo mínimo imprescindible y alcanzan cumbres que nadie había sospechado que coronarían. Existen en el tejido empresarial local iniciativas de las que presumir y sin embargo desconocidas para nuestros políticos.


 Ese alcalde ha de tener claro que recibe la llave de una ciudad especial, repleta de tesoros por rentabilizar. Ha de tener visión suficiente para saber que es la avanzadilla de una provincia igual de especial y trufada de oportunidades de progreso todavía por aflorar. Ourense es la provincia del vino, con más demominaciones de origen que ninguna otra en España; es la provincia del patrimonio histórico-artístico, con el segundo mayor inventario de la Península; la provincia de los parques naturales; la provincia del termalismo en eclosión; la provincia de los recursos hídricos; la provincia del turismo interior; la provincia de la gran industria agropecuaria, con ejemplos pioneros y mucho terreno por recorrer; la provincia de la piedra y la pizarra, motores de vanguardia en la exportación... Es en definitiva, la provincia de las mil y una oportunidades. Con la ciudad a la cabeza, es un regalo, un diamante en bruto, en manos de esas 92 personas que han de gestionar el futuro de nuestros hijos.
 Los ourensanos aguardan pra sus municipios alcaldes dispuestos a marcar grandes metas y despejar el camino para conseguirlos, concitando las mayoría necesarias.

A alcaldes capaces de negociar en los despachos de cualquier administración como empresarios sagaces y no como mendicantes que aceptan la voluntad y lo celebran con fotos y alharacas. Ese alcalde ha de saber cuánto vale un euro y que no debe dar por óptima la promesa de una inversión de 17 millones para desatascar proyectos históricamente pendientes cuando esa promesa llega de una administración que consume cien millones al año para mantener bajo control una televisón pública. El alcalde que nos guíe no puede admitir sin hacer lo imposible para impedirlo que Ourense sea objetivo 1 para la Unión Europea y, sin embargo, destino residual de sus millonarias subvenciones.
Ese alcalde, valiente, emprendedor y al servicio sólo de los ciudadanos a los que representa, es el que Ourense espera en cada uno de sus 92 municipios, el único que podemos permitirnos y el que recibirá nuestro entusiasmo y nuestro aval.


A estos nuestros alcaldes les pedimos claridad e independencia a la hora de trazar sus hojas de ruta y, hoy especialmente, les deseamos buen criterio, coherencia y firmeza en la búsqueda de pactos y la consecución de las ahora tan difíciles mayorías suficientes, imprescindibles para conducirnos al éxito.

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