Opinión

Entierro prematuro

No todo es arqueología en el ideario socialdemócrata aunque así lo proclamen los analistas post liberales. Es cierto que los partidos socialistas están en retroceso en los países importantes de la UE. Al descalabro del PSF en Francia (Benoît Hamon) parece que se sumará el de los laboristas británicos (Jeremy Corbyn) y, a juzgar por el resultado de las elecciones regionales celebradas en Alemania, Martin Schultz no parece que vaya a desbancar a la canciller Merkel. Por no hablar de lo sucedido en España donde el PSOE, primero con Pérez Rubalcaba y después con Pedro Sánchez de mascarón de proa fue derrotado en sucesivas ocasiones por el PP de Mariano Rajoy.

Son hechos, pero aunque los datos son inamovibles, sobre los hechos también se puede opinar. El error que han cometido los dirigentes socialistas cuando estaban gobernando (el primero Tony Blair en el Reino Unido, después Zapatero en España, más tarde Hollande en Francia y por último los socialistas holandeses) fue hacer suyas las recetas para salir de la crisis dictadas por el neoliberalismo. Por decirlo en dos palabras: asumieron el trabajo sucio. Reformas laborales draconianas, ajustes presupuestarios de caballo, salarios demediados y una precariedad laboral asumida como filosofía de fondo que acabó laminando a las clases medias, el granero tradicional de la socialdemocracia.

Fue una crisis de inequívoco origen financiero pero que merced al control y al patético momento de precariedad existencial por el que atraviesan los medios de comunicación fue vendida "urbi et orbi" como resultado de "haber vivido por encima de nuestras posibilidades".

Era mentira. Pero una vez aceptada permitía encajar el puzzle. Hasta el punto de que algunos dirigentes socialistas -el último Manuel Valls, ex primer ministro de Francia- ha llegado a decir que el socialismo (en su caso el PSF) estaba muerto. Es un entierro prematuro. La socialdemocracia europea -pilar junto a la democracia cristiana- de la Europa unida que nos ha ofrecido cincuenta años sin guerra, con cobertura sanitaria universal y con educación obligatoria y gratuita tendría que levantar bandera. Nunca rendirse. Y menos dejarse reclutar por las prédicas de ciertos profetas mediáticos a los que, parece mentira, obedecen algunos de los actuales dirigentes de la izquierda española.

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