Opinión

Dos jueces

Juan Ignacio Zoido y Manuela Carmena son los protagonistas del día. La actualidad une a estos dos magistrados que colgaron la toga para ceñir la clámide de los políticos. Hemos visto al ministro del Interior en su primer viaje a Bruselas para asistir al Consejo de Ministros de Interior y de Justicia de la UE y debatir la reforma del Sistema Europea Común de Asilo y la estrategia para enfrentar la amenaza del terrorismo yihadista. Manuela Carmena está en Roma, junto a otros alcaldes de ciudades europeas, invitados por el Papa Francisco para debatir sobre la situación de los refugiados.

La proclama de la convocatoria: "Los refugiados son nuestros hermanos", lo dice todo desde la lógica vaticana. Lo que no dice es que la política de emigración y la de seguridad, que incluye el control de las fronteras, es competencia exclusiva de los Estados. Y ahí es donde reside el problema. Porque más allá del aspecto humanitario de la cuestión (irrenunciable), la acogida de miles de refugiados en países como Alemania, Austria, Hungría, Holanda o Francia está activando fermentos políticos indeseables. Entre otros, el auge de partidos xenófobos de extrema derecha. La política de asilo coloca encima de la mesa la patata caliente que supone la acogida de los refugiados que huyen de la guerra de Siria y la de los miles de emigrantes africanos que llegan escapando de la miseria. Zoido aterrizó en Bruselas con la noticia de la entrada ilegal en Ceuta (forzando la valla) de unos cuatrocientos subsaharianos. En paralelo, en Roma, se iniciaba la reunión de los alcaldes convocados por el Papa para hablar de la precaria situación de los refugiados llegados a Europa. No estaría de más pedir cordura a los alcaldes en este asunto que tanto se presta a la demagogia. Apelando a las conciencias y a la solidaridad, el Papa Francisco cumple con lo que se espera de un líder moral. En su caso, a escala mundial.


El caso de los alcaldes, es distinto. Hacen política. Están en su derecho. Pero convendría que en este asunto no se les calentara la boca a fuerza de promesas que no pueden cumplir. Carmena y sus colegas -los llamados "alcaldes del cambio"- saben hasta dónde pueden llegar los ayuntamientos en materia de refugiados. Algunos tiran con pólvora del rey. Colocar una pancarta dando la bienvenida a los refugiados no resuelve nada. Lo de Zoido es más complejo porque Interior juega un papel fundamental en el trámite de acogida de los refugiados. Ojalá les ayude -a Carmena y a Zoido- la probidad que acreditaron en su etapa de jueces.

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