Opinión

Podemos, así no

Tengo para mí que a la gente que apoya a Podemos le gustaba más el Podemos de antes. El de las ideas. No el que comparece dividido. Enfrascado en polémicas internas ajenas a la realidad social que decían haber venido a transformar. En puertas de celebrar su congreso la pugna entre el sector que sigue a Pablo Iglesias y quienes se sienten en la línea del discurso de Iñigo Errejón trasciende de lo político a lo personal. Controversia no a cuenta de ideas para resolver los problemas que acucian a los ciudadanos. No, la pelea es un pique por el poder interno en la organización. Errejon defiende las mismas ideas que Iglesias pero su sentido táctico le aconseja modular la fuerza y los medios para allegar los objetivos. Iglesias apela a la calle. Cree que la fuerza de Podemos reside en las movilizaciones populares. En suma: en la agitación. En colocarse detrás de la pancarta. La que un día le lleva a respaldar a los trabajadores despedidos de Coca Cola y otro a un hospital que tiene a las limpiadoras en pie de guerra. Y, naturalmente, siempre contando con las cámaras de la televisión amiga.

No creo que haya diferencias sustanciales entre los fines que persiguen Iglesias y Errejón, pero en el caso del segundo la discrepancia está en los medios. En la táctica. El portavoz parlamentario de Podemos cree que hay que transformar la sociedad pero luchando desde las instituciones. Es gradualista. Algunas de las cosas que dice evocan el pragmatismo del carismático líder chino Deng Xiaoping. Iglesias se ajusta más al patrón leninista. Todo el poder para el líder. Desde esa concepción parece que no ha digerido el resultado de la votación en la que quienes apoyan sus postulados apenas superaron en dos puntos a los partidarios de Errejón. Es revelador su silencio ante la campaña de descrédito organizada en la Red contra el "número dos" del partido. Bajo la etiqueta de: "Iñigo Así No" le acusan de ser el responsable de las divisiones internas. Pablo Echenique, el secretario de organización, por cierto, nada neutral en la polémica, ha llegado a decir que las críticas de Errejón "ponen en peligro el proyecto".

Es llamativo que quienes llegaron a la política enarbolando la bandera de la libre expresión de ideas y estigmatizando como "casta" a los "viejos partidos" hayan recorrido en tan poco tiempo el trayecto que desemboca en las pugnas cainíitas clásicas de los partidos tradicionales. El millón y medio de votos que perdieron en las últimas elecciones fue un aviso que al parecer no han sabido interpretar.

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