Opinión

Cuando dije "jamás", dirá Rivera, quise decir...

Jamás entenderé cómo, teniendo el privilegio de poder elegir, alguien tan lúcido como Albert Rivera se cierra opciones, asegurando, sin que nadie le haya preguntado, que no piensa pactar con el PSOE tras las elecciones. Los sondeos de este lunes seguían indicando tres cosas muy claras: que el PSOE ganará estas elecciones; que, con Ciudadanos, podría formar un gobierno de centro-izquierda con cierta holgura. Y que el Partido Popular se hunde, comido algo por el propio Ciudadanos y, desde el otro lado, todavía más por Vox. Veremos si la campaña logra dar la vuelta a este estado de cosas, aunque quizá sea ya demasiado tarde.

Las encuestas muestran una cosa más: que la coalición de centro-izquierda PSOE-Ciudadanos es la segunda preferida por los votantes, ocupando el primer lugar algo así como una repetición de lo que ahora tenemos (PSOE gobernando con el apoyo de Podemos, nacionalistas, separatistas y Bildu). Lo que ocurre es que el batacazo que parece que se van a pegar los “morados”, por un lado, y la locura creciente en las actuaciones de Torra y de su programador en Waterloo, hará imposible una repetición de este “Gobierno Frankenstein”. Que, de hecho, dejó de existir cuando, falto de apoyo para los Presupuestos, Pedro Sánchez hubo de disolver las cámaras y convocar elecciones. Sabe bien el presidente que “non bis in idem”; o sea, que de volver a estas andadas, nada.

Así que, si no queremos tener que repetir elecciones allá por el otoño, y si se mantienen las previsiones de las encuestas, que imposibilitan el “acuerdo a tres” entre PP, Ciudadanos y Vox -extraños compañeros de cama, pardiez, aunque ya nada es extraño en la política española-, la investidura de Sánchez habrá de hacerse con el apoyo de Ciudadanos y, tal vez, de alguna formación menor. Quizá incluso con la abstención de Esquerra Republicana de Catalunya, que sube como un cohete en los sondeos gracias al encarcelamiento de su líder, Oriol Junqueras, un hombre que tendrá forzosamente que negociar con el próximo presidente del Gobierno central... siempre y cuando sea Sánchez, claro. Que, si no, ya se sabe: 155 al canto. Y más lío.

Tremenda responsabilidad la de Rivera. Que, desde luego, se tendrá, de nuevo, que tragar sus palabras de rechazo a un acuerdo con otra fuerza política, como ya se tuvo que tragar aquello de que jamás pactaría con Rajoy, y vaya si pactó. Repetiré de nuevo lo de Romanones: "En política, cuando digo jamás, quiero decir hasta esta misma tarde". Más le vale a Rivera ir volviendo ya grupas, cambiando su discurso: por ejemplo, diciendo que, si es necesario, apoyará a Sánchez, a cambio de condiciones programáticas, para evitarle la tentación de volver a un pacto con “este” Podemos que está en desbandada con lenguaje de estudiantes de los años sesenta, y con los independentistas cada día más desbocados y locos.

Un apoyo este de los “naranjas” que nos llevaría a la única salida que hoy podemos contemplar, una salida que habría que apoyar aun tapándose -sí, Sánchez sigue siendo el mismo Sánchez cuyo principal valor es la suerte- la nariz: una coalición de centro-izquierda. Lo otro, o es peor... o es, lo sugieren las sacrosantas encuestas, imposible.

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