Opinión

Mal asunto, cuando todo pasa por Estrasburgo

Serán capaces de entender en Estrasburgo, en Bruselas, en Ginebra o en Escocia, donde se va diseminando el independentismo catalán, un "procés" que ya hace tiempo que ni los propios independentistas, y menos aún los catalanes en general, claro, y del resto de los españoles ya ni hablemos, entienden?

No estoy muy seguro de ello. Y tampoco de que tenga razón uno u otro sector de los juristas con los que, en el transcurso de un almuerzo en torno al fiscal general del Estado, pude hablar sobre la prisión provisional de Junqueras, los Jordis y los dos ex consellers que aún están a ella sometidos. Estamos metidos en un embrollo jurídico-judicial de mucha envergadura, y el debate especializado al respecto no hace sino, me temo, debilitar las estructuras del Estado. Y del Estado de Derecho, con mayúsculas, también.

Porque esta semana el abogado de Jordi Sánchez, el hombre al que el dedo lejano de Puigdemont señaló como candidato a la investidura como president de la Generalitat, llevará ante el Tribunal de Derechos Humanos "su caso". Es decir, el mantenimiento en la prisión de Soto del Real, que le impide resultar investido este lunes por el Parlament, tal y como querían el president del Legislativo catalán, Roger Torrent y, desde la distancia confortable de Waterloo, el propio Puigdemont. El juez del Supremo Pablo Llarena se ha mantenido inflexible: Sánchez seguirá en la cárcel. Así que el recluso provisional ha decidido apelar a Estrasburgo, que es algo que han hecho antes que él otros bastantes. Y que, por cierto, han ganado el caso frente al Estado español.

La verdad es que Estrasburgo ha sido bastante poco comprensivo habitualmente con los argumentos de España y demasiado benévolo, a mi juicio, en ocasiones, con las razones aportadas por personajes que bordeaban, o estaban plenamente incursos en ella, la acción terrorista. Que, desde luego, no digo yo que el terrorismo tenga nada que ver con lo actuado por Sánchez, por Junqueras, Forn o Cuixart, aunque los cuatro, como los huidos a Bruselas, estén presuntamente incursos en graves delitos, que podrían alcanzar la sedición o, incluso, la rebelión. Pero, para que dejen de ser presuntos, han de ser juzgados, y no estoy del todo seguro de que se cumplan ya los supuestos para el mantenimiento de la prisión provisional: a ver qué dice Estrasburgo, pero un revés llegado del Tribunal de Derechos Humanos sería muy grave, entre otras cosas, para los intereses de la imagen de la "marca España".

Que es una marca que el independentismo tiene mucho interés en degradar. Y lo está haciendo, a fe mía, con bastante éxito, a juzgar por lo que leo en algunos periódicos extranjeros -y en la prensa digital independentista, desde luego-, de algunas de cuyas páginas y reportajes televisivos se deduciría que en España los derechos humanos, el garantismo, las libertades, han sufrido un retroceso. Por supuesto, no comparto esa tesis, pero sí me parece muy peligrosa su difusión, especialmente cuando, desde La Moncloa, se lanzan informes de plena auto satisfacción y, por tanto, de nula autocrítica ,ante lo actuado y, sobre todo, ante lo no actuado.

Ignoro, claro, qué ocurrirá esta semana. Si Puigdemont -nadie parece saber, aunque sí se lanzan algunas sospechas que miran al Este, quién paga su vida de "jefe de Estado en el exilio"- presentará a otro candidato, tal vez Turull, tal vez Artadi, que posibilite una nueva convocatoria para una sesión de investidura en el Parlament. O si dejará correr los tiempos, aproximando unas nuevas elecciones -y van...- autonómico-plebiscitarias catalanas. Es hasta posible que, pese a sus rupturas y locuras, el independentismo llegase a ganarlas de nuevo, porque los dioses, cuando quieren perder a los hombres, primero los ciegan. Y entonces ¿qué?

Mal asunto, en todo caso, cuando tanto depende de Estrasburgo, del inquilino de Waterloo, de la locura ambiental ignorante de las leyes... y de la más mínima lógica. Tampoco me tranquilizan, si le digo la verdad, las palabras del ministro de Justicia, Rafael Catalá, en una entrevista periodística este domingo: "que los independentistas recurran a Estrasburgo no me preocupa". A mí, la verdad, sí.

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