Opinión

Retratos, o lo que va de ayer a hoy

Veo una imagen de la reunión este martes del grupo Socialista en el Congreso. El portavoz, Antonio Hernando, se encuentra en la mesa presidencial junto al también portavoz, pero de la gestora del PSOE, Mario Jiménez, y junto al "número dos" del grupo, Miguel Ángel Heredia, que pasa por ser "el hombre fuerte de Susana Díaz" entre los diputados socialistas. Este último, Heredia, fue quien insultó, con calificativo que no pienso reproducir y ante miembros de las Juventudes Socialistas, a otra diputada, la ex magistrada del Supremo Margarita Robles, alineada con el candidato rival de Díaz, Pedro Sánchez. Cierto, Heredia, cuyas hazañas castelarinas desconocemos, y temo que jamás conoceremos, se disculpó. Pero que haya trascendido su injuria significa que, sin duda, muchas otras, dirigidas por unos/as contra otros/as y unas/os contra otras/os, están a la orden del día.

En el histórico partido de Pablo Iglesias (Posse) las cosas están a punto de estallar. Y puede que estallen cuando, dentro de poco más de un mes, se celebren las elecciones primarias y -gane Susana, gane Pedro--el fantasma de la escisión, que será bronca, insultadora, se pasee sobre ese mismo grupo parlamentario, el sesenta por ciento del cual se proclama fiel a la "lideresa" andaluza, sin que conste muy bien qué ocurre con el otro cuarenta por ciento, en el que sin duda hay partidarios del "tercero en discordia"(atención, porque podría ser el de la concordia), Patxi López.

Me fijo que, en la fotografía de los tres responsables socialistas que comento, Hernando se encuentra bajo un retrato de Miguel Herrero Rodríguez de Miñón; Jiménez, bajo el de Miquel Roca, y el grosero Heredia -para mí, insultar a una mujer tan respetable como la magistrada que tantos servicios ha prestado a España merece una opinión que me abstengo de emitir-, aparece fotografiado bajo el retrato de José Pedro Pérez Llorca, ex ministro de Exteriores, presidente del patronato del Museo del Prado y, como los otros dos, "padre" de la Constitución. Solo ellos tres quedan vivos de los que redactaron nuestra ley fundamental.

Y entonces, uno, que lleva muchos años transitando por los pasillos de las Cortes, que ha visto y tratado a muchos/as de los que por allí pasaron y se fueron, que vio el pantalón de cuadros increíbles de Rafael Alberti y el perfil inmutable, sereno, de La Pasionaria sentados, cuarenta años va a hacer ya en junio, en la primera Mesa de la Cámara Baja en aquellas Cortes constituyentes, uno, que vivió el acto de coraje de Adolfo Suárez, legalizando el PCE un 9 de abril de 1977 -también cuarenta años nos contemplan--, uno, en fin, se pregunta cómo hemos llegado hasta aquí. "Degenerando, hijo, degenerando", como dijo el mítico mataor "El Guerra" cuando le preguntaron cómo aquel banderillero había podido llegar a magistrado del Supremo.

Pues eso: degenerando, hijo, degenerando, un oscurísimo parlamentario se permite llamar las cuatro letras a una brillante jueza del más alto tribunal. Algo se está desmoronando en la mítica idea del sacrificio que hicieron, hace cuatro décadas, la derecha y la izquierda para traernos la democracia, y ahora la pelea está en ver a quién se desocupa del sillón del Palacio de San Esteban, en Murcia. Alguno de estos, ahora, uno de los menos dignos de representarnos, ahoga en Coca-Cola sus nostalgias de la pasada "grandeur" moral. Eso sí, tras intentar prohibir su consumo. El consumo de la "grandeur" y de la Coca-Cola, digo.

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