Opinión

Diálogos de sordos

Las valoraciones del día después de la celebración de las elecciones autonómicas catalanaa apuntan a un conato de diálogo de sordos en el que difícilmente será posible entenderse a pesar de que todo el mundo es consciente de que para resolver el expediente catalán hay que hablar y mucho entre todos los que representan de uno u otro modo a toda la sociedad catalana.

No habrá ninguna posibilidad de que ese diálogo que todos reclaman llegue a un buen puerto si los partidos independentistas no abandonan el discurso de que la única negociación posible es la del desarrollo de la república catalana, con la excusa de que han ganado las elecciones pese a perder apoyos en votos y escaños,  y sin que se les haya escuchado una sola palabra acerca de cómo restañar la fractura social demostrada en la urnas. Como ya quedó claro en la ley de transitoriedad, apenas entienden de la división de poderes y exigen a la justicia que se ponga otra venda para archivar los procesos por los delitos cometidos para intentar la secesión de Cataluña.
Las elecciones han demostrado que el independentismo tiene una fuerza consolidada y que a sus seguidores no les importa las consecuencias que pueda tener su apuesta en forma de profundización de la crisis económica que ha empezado a sentirse en Cataluña. Y han vuelto a demostrar su sordera cuando la Unión Europea ha repetido que su posición no se ha movido ni un milímetro, que se trata de un problema a resolver dentro de las coordenadas legales españolas y que la independencia supone salir de Europa.   
Más dispuesto al diálogo pero aún  bajo el choque de los malos resultados obtenidos y de la lectura a nivel nacional de los pobrísimos resultados del PPC y del triunfo de Ciudadanos, Mariano Rajoy ha reiterado que la fractura solo se cura de la mano de la ley y el respeto a todos los catalanes. El presidente del Gobierno no se sale del guion marcado: la ley en contra de la unilateralidad y el artículo 155 como salvaguarda de la soberanía nacional y la unidad de España. Pero una vez más el jefe del Ejecutivo está a verlas venir, a la espera de que sean otros quienes planteen demandas en lugar de tomar la iniciativa y presentar un programa para tratar de ganar alguna voluntad soberanista en el caso de que eso sea posible. Esa ha sido la demanda que le ha hecho el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, que ha visto como la propuesta de “reconciliación” lanzada por Miquel Iceta ha quedado sepultada por el discurso frentista. Y menos mal que ‘los comunes’ no van a contribuir al nombramiento de un presidente independentista.

Y mientras tanto, Carles Puigdemont, en su realidad paralela, exige verse con Rajoy en terreno neutral como si esa reunión fuera para la firma de un tratado de paz, o más bien para la capitulación del Estado. Si la lectura de los resultados por parte de los partidos constitucionalistas está clara, con Ciudadanos como el partido más votado en Cataluña pero lamiéndose las heridas por no haber podido evitar que los independentistas revalidaran la mayoría absoluta en el Parlament, estos pueden compartir la misma sensación agridulce de Inés Arrimadas: gobernarán pero con la espada de Damócles del 155 sobre sus cabezas, mientras que no entiendan que del diálogo de sordos hay que pasar al diálogo dentro de la ley y de Europa.

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