Opinión

El PP tiene un problema

Al Partido Popular presidido por Pablo Casado debieran comenzar a preocuparle las tendencias demoscópicas que apuntan a que sigue perdiendo votos por la extrema derecha y por el centroderecha. Algo falla en su discurso político cuando considera que el PSOE está en las peores circunstancias, en brazos del independentismo para saca adelante sus Presupuestos Generales del Estado, con un rebrote de las críticas internas realizadas por los barones temerosos, con el asedio al que le somete la pinza que forma con el partido de Albert Rivera y ni aun así logra ser el primer partido en intención de votos. Sus expectativas de sumar gobiernos pueden estar ligadas al crecimiento de Vox, y así puede acabar como otros partidos conservadores europeos, superados por los partidos de ultraderecha por haber admitido sin críticas el discurso antiinmigración, de la seguridad y del miedo, ademas de apelar al liberalismo económico más feroz. 

Para mejorar su imagen, el PP necesita hacerse con el gobierno de Andalucía no solo por el deseo de encabezar el cambio de régimen en esa comunidad autónoma sino para blanquear sus pésimos resultados del pasado 2 de diciembre. lo que solo puede lograr con el beneplácito de Vox, sea cual sea la fórmula que elijan estos. De ahí que al presidente in pectore, Juan Manuel Moreno, no se le hayan escuchado más que frases de entendimiento dirigidas al partido de Santiago Abascal y de crítica a Ciudadanos que se ve en la tesitura de blanquear a Vox, y que para evitarlo lanza globos sonda al PSOE andaluz que estos se encargan de pinchar. 

Con Ciudadanos echándoles el aliento en el cogote y con la amenaza del sorpasso -la distancia en Andalucía fue del 2,5% de los votos y menos de cien mil papeletas-  Pablo Casado ha decidido que la estrategia del PP va a ser la aznarizacion del partido, la de antes de la derrota de los socialistas hasta 1996 y la posterior al año 2000 con el interregno de la primera legislatura de habar catalán en la intimidad, traducida en algunos nombramientos, en la adopción de los mismos latiguillos -"Váyase, señor Sánchez"- y la puesta en órbita de un discurso que trata de compartir las banderas tradicionales de la ultraderecha, el cuestionamiento de la descentralización, la patrimonialización de símbolos de todos y la defensa de algunas leyes de dudosa constitucionalidad hasta que el árbitro -el TC- decida. La sombra de José María Aznar bajo la que se cobija puede dejarle helado, porque si bien había y hay una parte del partido que echaba de menos la firmeza en la defensa del ideario popular más vinculado con las posiciones de la derecha tradicional, otra parte del partido más centrada no puede ocultar su temor al dejar el flanco del centro descubierto. 

El problema del PP es que el "efecto Casado" no ha servido de momento para volver a convertirlo en el partido más votado del país, ni tan siquiera para ser una fuerza capaz de gobernar con apoyo solo de otro partido, por lo que va a necesitar de los escaños que pierda por su derecha para desde ahí intentar, el acuerdo con Ciudadanos al que cada vez deja más terreno libre para crecer a su costa por el centro.  La sensación es que Casado, además de haberse rodeado de un equipo francamente mejorable no tiene otro programa, otro fin que la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña. ¿Y luego, qué? 

Te puede interesar