Opinión

En modo electoral

Los partidos han comenzada a trabajar desde ayer en la preparación de las elecciones hasta el punto de que algunos como Podemos ya ha realizado el avance de una de las líneas maestras de su programa electoral, la exigencia de que la banca, vía impuestos, devuelva el dinero que se invirtió para su rescate, que el Gobierno de Rajoy daba por perdido en su mayoría, mientras que Ciudadanos ha cubierto el flanco por el que había comenzado a atacarle el PP deslizando la idea de que podría acabar pactando con el PSOE. La reacción del partido naranja ha sido contundente: mantener el cordón sanitario ya anunciado sobre Pedro Sánchez. Al menos hasta que se conozcan los resultados electorales, que suelen ser un baño de realidad y más si lo que está en juego es la estabilidad del Gobierno.

Salvo Podemos, que afronta todos los procesos electorales previstos con la sensación de disgregación entre sus filas por los múltiples líos internos que ha atravesado desde las discrepancias con las confluencias al “errejonazo” en Madrid, el resto de los partidos comienzan los preparativos transmitiendo firmeza a la hora de la elaboración de las listas electorales y unidad en torno al liderazgo.

La unidad, en el caso de Ciudadanos, es consustancial al hecho de que se trata de un partido monolítico fraguado en torno a la persona de Albert Rivera, que no ha dado oportunidad a que le salgan sectores “críticos” entre otros motivos porque hasta ahora no ha tocado poder y allí donde su relevancia ha sido mayor, Cataluña, es precisamente su lugar de procedencia y donde su fuerza política ha conseguido más relevancia. Vox sigue siendo una incógnita, armada en torno a media docena de personas.  

Pablo Casado llevaba las últimas semanas recorriendo España presentando a los candidatos a las alcaldías y a las presidencias autonómicas, en las que ha impuesto una alta dosis de renovación –alguna fallidas y en contra de las organizaciones regionales como en Cantabria y Ruth Beitia- de tal forma que estaba construyendo unas candidaturas electorales a su imagen y semejanza, lo que supone la purga de algunos políticos históricos de su partido. Si los resultados electorales le son propicios contará con equipos de su cuerda en todas las instituciones representativas. Si yerra en su estrategia, y se ve en la tesitura de dejar el liderazgo de su partido, será su sucesor quien tenga que administrar un equipo ajeno. Para minimizar el riesgo Casado se ha impuesto practicar una cierta moderación del lenguaje para no dejar de lado a los votantes de centro.

Mientras que en el caso del PP se alaba la renovación, en el caso del líder del PSOE, Pedro Sánchez se subraya de forma interesada que trate de hacer lo mismo, de contar con un grupo parlamentario de fidelidad probada en el que se minimicen las críticas internas. Es decir, nada que no hayan hecho los líderes que controlan un partido. Pero en el caso de los socialistas siempre hay alguna federación más díscola que pretende que Ferraz influya lo menos posible en las candidaturas, aunque tiene la última palabra. Los socialistas parten con el viento a favor de todas las encuestas y el firme propósito de los “barones” críticos de aparcar las discrepancias. Si fracasa Sánchez ellos van detrás.

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