Opinión

En modo oposición

El Partido Popular y Ciudadanos han entrado de lleno en modo oposición al Gobierno después de un verano declarativo en el que han tenido materias suficientes para marcar distancias sobre los asuntos que han ocupado las vacaciones parlamentarias y que ahora serán abordados en el Congreso como centro de la vida política que es. La próxima comparecencia acordada en la Diputación Permanente de la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo y de otros nueve miembros del Ejecutivo permitirá conocer en sede parlamentaria los motivos y las formas por las que los miembros del Gobierno han actuado de una determinada manera.

En este caso, la debilidad del Gobierno, que no tiene mayoría en las mesas de las Cámaras favorece que no pueda esconderse a la hora de ofrecer explicaciones públicas y que el control parlamentario se ejerza con mayor rapidez y con mayor contundencia que en otras ocasiones en las que los ministros se escaqueaban de comparecer.  

Esas comparecencias, sin embargo, pueden convertirse en un arma de doble filo, porque si bien el Gobierno se ve sometido al acoso de toda la oposición, y de sus socios de ocasión según sea el asunto a debatir, porque no es menos relevante que también aquellos que han tenido responsabilidades de gobierno hasta hace tres meses se verán obligados a defender unas posiciones y decisiones políticas que son las que han motivado en último extremo su salida del poder, sobre todo si están relacionadas con los recortes de los servicios sociales, o su inacción para abordar  algunos asuntos sobre los que tenía mandato para hacerlo. Así, en algunos casos el tiro les puede salir por la culata dado que en varias de esas comparecencias urgentes puede decirse que la montaña parió un ratón. Pero bienvenidas sean porque cuántas más se produzcan mejor información recibirán los ciudadanos.

Tanto los grupos parlamentarios del PP en ambas Cámaras como la dirección de Ciudadanos fijaron ayer las líneas maestreas de su  oposición al Ejecutivo de Pedro Sánchez, que coincidirán en varios puntos sustanciales como la presión  contra lo que consideran un apaciguamiento sin resultados en Cataluña y todo lo que rodea el conflicto catalán, empezando por lo último, la defensa en Bélgica del juez Pablo Llarena, o las rectificaciones en materia de inmigración, que sin embargo les arrebata esa bandera para ganarse las críticas de las organizaciones defensoras de los derechos humanos. Las decisiones del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, en ambos aspectos al actuar contra quienes entraron violentamente en Ceuta en dos ocasiones, y al plantar cara al conseller de Interior catalán sobre el orden del día de la reunión de la  próxima Junta de Seguridad de Cataluña para abordar el asunto de los lazos amarillos van en esa dirección. Además de que la fiscalía ha comenzado a investigar la actuación de los mossos d’esquadra.  

La oposición, sobre todo, debe realizarse sobre una base solvente de propuestas alternativas. Exigir como han hecho ambos partidos que el Gobierno  impida o restrinja la exhibición de lazos amarillos en lugares públicos o instituciones está muy bien de cara a la galería pero resulta inviable a efectos prácticos, y por contravenir otros derechos. Además de que no dicen cómo hacerlo. Gastar pólvora en salvas produce fogonazos que se desvanecen en el aire.  

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