Opinión

Excesos en campaña

Las campañas electorales suelen ser tiempos de excesos más que de racionalidad. Las propuestas contenidas en los programas electorales suelen ser poco aireadas y no se entra en su detalle durante los mítines, sobre todo si quienes intervienen son los líderes nacionales de los partidos, se las cambia por argumentos de brocha gorda, y con olvido de que se trata de unas elecciones autonómicas, porque lo que se juega en ellas es algo más que quién gobierna en Andalucía en los próximos cuatro años, si es que se consigue un gobierno estable.

El nivel del primer fin de semana de campaña electoral ha sido el de las descalificaciones ad hominem lanzadaspor el presidente del PP, Pablo Casado, que ha subido la apuesta y ha calificado de "traidor" al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, por la posición que mantiene el Gobierno respecto a Gibraltar una vez que está en vías de consumarse un acuerdo sobre el Brexit, por no haber planteado con la suficiente fuerza la demanda de cosoberanía del Peñón en un momento pretendidamente favorable para una negociación con el Reino Unido, aunque las autoridades británcas han negado en todo momento esa posibilidad y se han reafirmado en que su posición no ha cambiado. Es decir, que no harán nada sin el beneplácito de los gibraltareños que en referendos no reconocidos por la comunidad internacional ya han manifestado su intención de mantener la nacionalidad británica.

De ser algo más que acusaciones retóricas dichas al calor de las intervenciones parlamentaria o de los mítines partidistas, a Pedro Sánchez solo falta que le llamen como a Fernando VII "el presidente felón", tras las acusaciones de ser “partícipe y responsable del golpe de estado que se está perpetrando en España”, por su política de apaciguamiento con los independentistas catalanes, por ser un traidor a la integridad territorial por la falta de entusiasmo en reclamar la recuperación de Gibraltar, o ya en otro exceso, Pablo Casado ni tan siquiera se preocupo de invitar al PSOE y a su secretario general a la pretendida cumbre de partidos constitucionalistas, que resultó ser un fiasco.

La cuestión ahora es saber cuál será el siguiente epíteto que Pablo Casado dedicará a Pedro Sánchez o si toda la campaña será un in crescendo que ha comenzado llamando "régimen chantajista, corrupto y clientelar" a la Junta que preside Susana Díaz y que no se sabe el nivel que puede haber alcanzado cuando llegue los mítines de campaña el próximo 30 de noviembre. Al menos Albert Rivera se mueve en el terreno de seguir demandando la celebración de las elecciones generales y ha desvelado parte de sus cartas al ofrecerse al PP para formar gobierno si los escaños lo permiten.

Las urnas determinarán si los excesos en campaña calan en el electorado y hacen aumentar el voto del PP tras la inmersión completa de Casado en estas elecciones o si le falla la estrategia de escorarse demasiado a posiciones de la derecha más conservadora y el recurso a la crispación. Al menos los candidatos andaluces han tenido la deferencia, que debiera ser una obligación democrática, de prestarse a un debate electoral. Que haya sido en los primeros días de campaña permitirá a quien haya resultado perdedor recomponerse.

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