Opinión

Explicaciones convincentes

Alguien en la Unión Europea tendrá que dar las explicaciones convenientes y convincentes de por qué se ha actuado con nocturnidad y alevosía y se ha permitido el ninguneo de España en la negociación del Brexit con respecto a Gibraltar. También el Gobierno español deberá decir con claridad cuál es el motivo pero el que se ha enterado de la modificación en el último momento y si no ha estado pendiente de la redacción del acuerdo del Brexit en un aspecto tan relevante para nuestro país. Quizá se ha confiado demasiado desde las declaraciones iniciales en las que se reconocía que España tendría siempre la última palabra en las cuestiones entre Gran Bretaña y la Unión Europea que afectaran al Peñón.

Aun con el reconocimiento de que se haya reaccionado tarde y mal, la posición del Gobierno de Pedro Sánchez no puede ser otra que no dar marcha atrás en su pretensión de que, de forma inequívoca, se recoja que, en cualquier relación de futuro que haga referencia a Gibraltar “que se mantenga entre la UE y el Reino Unido, España tiene que estar dando su visto bueno o su acuerdo", como ha afirmado la ministra portavoz, Isabel Celaá. Y el argumento para que desde Bruselas se atienda la petición española es tan simple como eficaz. En un club es prioritario atender las razones del socio que se queda más que las del que se va. España nunca ha hecho uso del derecho de veto en las negociaciones de la UE a pesar de que en ocasiones ha perdido con los acuerdos alcanzados pero en esta ocasión el asunto requiere de la máxima firmeza. Hay tiempo hasta el próximo domingo para encontrar una solución que sastisfaga a España.

El europeísmo del Gobierno y de la inmensa mayoría de las formaciones políticas es incuestionable, lo mismo que su apoyo a la construcción europea y no han dudado en que para resolver los problemas no se necesitaba poner palos en la ruedas de la maquinaria europea sino “más Europa”.

Las posiciones española y británica parecen irreconciliables, por lo que el fiel de la balanza lo tiene que inclinar Bruselas y debe hacerlo hacia el platillo de España sin dejar lugar a ninguna duda que permita interpretaciones que, a la postre, se volverían contra los intereses españoles, pese al anacronismo de la existencia de una colonia en el continente europeo. Queda hasta el último minuto para que Bruselas deshaga el entuerto.

Este conflicto suscitado a última hora por los negociadores de Bruselas difícilmente puede ser un juego de suma cero tal y como lo ha planeado también la “premier” británica, con la defensa de la soberanía sobre el Peñón y de los intereses de los gibraltareños. Habrá vencedores y vencidos. Ambos gobiernos cuentan con el apoyo de los principales partidos de sus países porque para ambos es un asunto de Estado. En España solamente Podemos se desmarca del apoyo a lo que interpreta que se trata de un “patriostismo extraño”. Una inhibición curiosa cuando el líder de Podemos se muestra tan decidido a defender a otros patriotas y a otros independentistas. Su preocupación por la gente que trabaja y vive en el Campo de Gibraltar y a la sombra del Peñón no es mayor que la de los gobiernos nacional y autonómico, como si la defensa de “la gente trabajadora” fuera incompatible con la reclamación de la cosoberanía del Peñón.

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