Opinión

Huelga de hambre

La huelga de hambre que mantienen desde hace unos días cuatro de los procesados por el intento de secesión de Cataluña  viene acompañada de gestos y protestas de los líderes del “procés” que se encuentran en libertad y que quieren llamar la atención internacional sobre su situación, por lo que consideran una dilación indebida del Tribunal Constitucional para resolver sobre los recursos de amparo que han planteado y que les impide acceder a la justicia europea, que es su objetivo último, al considerar que los jueces europeos pueden ser más comprensivos con su desafío –como ya ha ocurrido- o encontrar rastros de politización en la actuación de los jueces españoles que les han encarcelado y que les llevarán ante otro tribunal al que también han intentado reprobar.

Una huelga de hambre es un mecanismo de protesta que han utilizado en numerosas ocasiones quienes se han considerado presos políticos pertenecientes a organizaciones terroristas y que no han sido sino activistas que han intentado socavar los principios constitucionales con sus actuaciones violentas. Pero no todas las huelgas de hambre que se han desarrollado en nuestro país han sido iguales y han tenido las mismas consecuencias. En primer lugar, ninguna de las realizadas a las que se les ha querido dar carácter político ha alcanzado sus objetivos. En segundo lugar, no todos los que participan en ellas lo hacen con el mismo grado de compromiso y, por ejemplo, eran frecuentes las huelgas de hambre de presos etarras que se negaban a probar la comida de las cárceles pero que luego se proveían de alimentos en los economatos de las prisiones. Solo en dos ocasiones han muerto reclusos en huelga de hambre, los GRAPO, Juan José Crespo Galende, en 1981, y José Manuel Sevillano, en 1990. En tercer lugar, las autoridades judiciales pueden ordenar la alimentación forzosa de los presos en huelga de hambre cuando su protesta puede poner en riesgo su vida, y aun así pueden sufrir secuelas importantes para el resto de su vida. Bien es cierto que la huelga de hambre por motivaciones políticas es una forma más de la protesta no violenta, uno de los rasgos en los que los independentistas catalanes fundamentan su legitimidad.  

El deterioro de quienes siguen una huelga de hambre es visible pocas semanas después de iniciarse la protesta, lo que da idea de la firmeza en su mantenimiento. Los primeros en comunicar su decisión fueron Jordi Sánchez, expresidente de la ANC, y Jordi Turull, el candidato a presidir la Generalitat que no consiguió su objetivo. La posibilidad de que la huelga de hambre de los líderes independentistas tenga un desenlace trágico es mínima. "No nos vamos a inmolar”, ha dicho Sánchez. “No quiero ser el Bobby Sands catalán", el terrorista del IRA Provisional. que falleció en 1981 tras 66 días en huelga de hambre ante la impasibilidad de Margareth Thatcher.

Mientras tanto y fuera de la prisión los dirigentes independentistas aprovechan esa situación para realizar acciones propagandísticas con las que tratan de elevar los ánimos de los huelguistas –posteriormente se sumaron Josep Rull y Joaquim Forn- con ayunos voluntarios de consellers y diputados o suprimiendo el “vino español” tras los actos oficiales. Protestas que, a la Fiscalía General no le van a hacer mover un ápice su posición.

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