Opinión

Junqueras y la cuadratura de círculo

El exvicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, y el resto de los exconsellers de ERC encarcelados que han remitido un escrito al juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena para lograr su puesta en libertad, del mismo modo que lo hizo la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, tras acatar la aplicación del artículo 155 de la Constitución, inciden en una reiteración con la que tratan de salvar la cara y confundir a los incautos. Todos ellos apuntan que  no renuncian a sus convicciones políticas.

En primer lugar nadie les ha pedido que lo hagan, como sí, en efecto, se tratase de presos políticos que están encarcelados por defender sus ideas. Ya les dijo Amnistía Internacional que su caso no entraba dentro de los parámetros de los presos de conciencia. Es decir que estaban presos por sus actos –rebelión, sedición, malversación- no por defender unos postulados, que como se comprueba en el caso de otros partidos que estuvieron ilegalizados por saltarse la ley, volvieron a la legalidad cuando manifestaron su compromiso democrático con el ordenamiento constitucional. No hay ningún dirigente de la izquierda abertzale encarcelado por ser independentista.  

Esa vuelta a la legalidad mediante el acatamiento del artículo 155 es el reconocimiento del fin de su aventura secesionista, se haya producido  o no la proclamación de la república catalana y la vía unilateral a la independencia, que ahora niegan sus propios impulsores, añadiendo confusión al oprobio para fomentar su victimismo.
Junqueras y el resto de los exmiembros de su gobierno encarcelados han comprobado en sus propias carnes la soledad en la que han quedado: la intervención de la administración catalana al amparo del artículo 155 se ha producido con la máxima tranquilidad, no ha habido insubordinación de los funcionarios ni incumplimiento de sus obligaciones; y la protesta en la calle se ha ido apagando mientras se conocen nuevas investigaciones sobre la forma en la que se iban entrelazando todos los mimbres para la celebración del pseudoreferéndum y la Declaración Unilateral de Independencia. A eso se añade la situación de desventaja de Junqueras y el resto de los exconsellers que van en el lista de ERC con respecto a la “lista del presidente” de Puigdemont y los golpes de efecto que pueda provocar desde Bruselas.

Después del fracaso político que han cosechado con la imposibilidad de desarrollar la independencia –por la acción legal, la falta de estructuras para llevarla a cabo y el nulo reconocimiento recibido-, la confusión creada, la fractura social y la avería económica producida, y en último término con el reconocimiento de que han sido los causantes de la intervención de la autonomía, el único camino que debieran tomar es el de su retirada de la vida pública, otra de las opciones que el juez Llarena ofreció a Carme Forcadell. Todos se han comprometido a “canalizar su actuación por las vías del diálogo y la negociación". Por las declaraciones realizadas no pretenden buscar un mejor encaje de Cataluña en España con el marco constitucional vigente o reformado. Seguirán buscando la secesión. Pero dentro del corsé de la ley no es posible. Ya explicarán como quieren negociar la cuadratura del círculo.     

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