Opinión

La incógnita Vox

La mayor novedad que pueden ofrecer las votaciones de las elecciones andaluzas es la posibilidad de la entrada por primera vez de un partido de ultraderecha en el Parlamento autonómico, un asunto de la mayor gravedad, porque desde que Fuerza Nueva desapareció del Congreso ningún otro partido con esa ideología había obtenido un resultado relevante. Vox, el partido dirigido por Santiago Abascal, que podría definirse como una escisión del Partido Popular, dado que este partido había cobijado bajo las alas de las gaviota a todo el espectro de la derecha y había logrado domeñar a los más conservadores entre los conservadores. 

En el caso andaluz, si Vox llega a obtener representación, la responsabilidad habría que atribuírsela a los otros cuatro partidos que hasta ahora tienen escaños en el Parlamento andaluz. Durante la campaña electoral de Susana Díaz se ha echado de menos una mayor contundencia contra la posibilidad de que Vox obtenga algún diputado autonómico a pesar de que -o precisamente por- la división en tres de la derecha le puede proporcionar los resultados suficiente para seguir siendo el eje alrededor del cual se ha de construir el próximo gobierno andaluz. Desde el PP dicen que ha sido el PSOE quien ha alimentado al monstruo. 

El PSOE y también Alterrnativa por Andalucía ven con un cierto alivio que la derecha se vea afectada por la división que ha sido endémica en la izquierda siempre fraccionada entre los socialistas y un partido menor a su izquierda. Tras el nacimiento de Ciudadanos y su disposición a disputarle el mismo territorio electoral al PP -tras haber abandonado su primera adscripción socialdemócrata para convertirse al liberalismo- le comenzó a preocupar el futuro. Con el afianzamiento  de Vox, tan sorprendente como la aparición de Podemos en las pasadas elecciones europeas de 2015- Pablo Casado y Juan Manuel Moreno Bonilla saben que la gran mayoría de los votos que obtengan procederá de aquellos que les han abandonado en las urnas. 

Como principales perjudicados por la presencia de Vox, tanto el PP como Ciudadanos debieran haber cagado con más fuerza contra este partido que entronca con el populismo europeo que no deja de dar problemas, que utiliza datos exagerados para  infundir miedo con los espantajos que saben que más efecto surten, la inmigración y las amenazas a la unidad nacional.

Pero lejos de atacar de frente a Vox, ambos partidos se han puesto de perfil y coquetean con la posibilidad de que no rechazarán sus votos si la suma de todos ellos sirve para armar un gobierno del cambio que desaloje a los socialistas del poder en el que llevan 36 años, y que ha sido la gran novedad de los compases finales de la campaña electoral. Una suerte de coalición antisocialista en la que los votantes deberán decir a quien ofrece su voto teniendo en cuenta de que van todos al mismo cesto. Pero ahí está D'Hont para imponer su ley. 

En estas circunstancias es de desear que quien acierte los pronósticos sea el barómetro del CIS que como mucho vaticinaba que Vox obtendría un solo escaño por la provincia de Almería. Otros sondeos avisan de que puede sacar hasta cuatro representantes. En cualquier caso no parecen suficientes para superar la suma de PSOE y Adelante Andalucía, o mucho menos una posible coalición de los socialistas con el partido de Albert Rivera. Pero esa es otra incógnita para el día después de las elecciones: quiénes forman coalición de gobierno o quién se atreve a bloquear la formación del gobierno analuz.

Te puede interesar