Opinión

Las razones de Junqueras

Tras escuchar al exvicepresidente de la Generalitat y presidente de ERC, Oriol Junqueras, en las respuestas a su defensa –no contestó a las acusaciones- en la primera jornada de interrogatorios a los encausados por el “procés” independentista habría que darle la razón en todas sus apreciaciones, porque es evidente que antes del referéndum prohibido por el Tribunal Constitucional ha existido una evidente falta de diálogo para resolver el expediente catalán, que el TC anuló algunos artículos del último Estatuto de Autonomía que fueron dados por buenos en otros Estatutos, que otros países han accedido a procesos de independencia de su territorio en los que se ha aplicado el derecho de autodeterminación, que la legislación española tiene incorporada a sus normas los tratados internacionales firmados por nuestro país y que votar no es un delito.

No se puede estar más de acuerdo en todas esas constataciones de la realidad, como con el hecho de que los independentistas antes, durante y después del juicio pueden defender sus ideas sin ningún tipo de cortapisa como demuestra su participación en todas las instituciones autonómicas y nacionales en las que obtiene representación como es público y notorio y ha reconocido el conseller Joaquim Forn, el segundo de los interrogados.     

Escuchando a Oriol Junqueras no cabe duda de que se trata de un preso político, que el movimiento independentista es beatífico y entona cantos religiosos, que no se ha gastado un solo euro en la organización el referéndum –eso lo dijo también Cristóbal Montoro para salvar su honor en el control de la Hacienda catalana-  y que su actuación ha estado motivada por su sometimiento a las decisiones del Parlament de Cataluña, o que “nunca, nunca, nunca” en el proceso secesionista la violencia ha tenido protagonismo.  

Como Junqueras no respondió a las acusaciones no se puede saber si conoció todas las veces que el Tribunal Constitucional anuló las leyes que preparaban la independencia y entrar en contradicción con lo que los fiscales y la abogada del Estado que habrían podido preguntarle sobre los delitos de los que se le acusa, o subrayar que la democracia no es solo votar sino más bien cumplir con las leyes que afectan a todos y que no tienen compartimentos territoriales, o sobre la interpretación de esos tratados internacionales que teóricamente amparan el derecho de autodeterminación y que tiene una lectura más restrictiva que aquella  que hacen los independentista catalanes, en el caso de que hubieran entrado en esa derivada.  

Oriol Junqueras, con el beneplácito del tribunal que pretende no coartar en  ningún momento el derecho de defensa, le permitió unos excursos que se separan de la defensa de los delitos por los que es juzgado convertidos en alegatos del derecho de autodeterminación a favor de la independencia, porque no se prevé que pudiera ser para establecer otro tipo de relación entre Cataluña y  España. De sus respuestas se infería que lo democrático es que los catalanes voten sobre su independencia y no que los constitucionalistas pidan el cumplimiento de las leyes.

Y lleva razón Junqueras, “esto” no se resuelve poniendo a gente en la cárcel. Pero tampoco pidiendo un diálogo en el que el papel del interlocutor sea exclusivamente aceptar la secesión de una parte del territorio nacional.

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