Opinión

Lo que ocultaba el relator

El “relator” para dar testimonio del diálogo entre el Gobierno de la Nación y el de la Generalitat, o en la mesa de partido -¿nacionales, catalanes?- no ha resistido la presión que la oposición y el propio PSOE habían desencadenado contra una figura atípica y confusa que a pesar de ser entendida como una cesión del Ejecutivo ha sido despreciada por los independentistas catalanes. Los Presupuestos ahora están lejos de su aprobación y más cerca la prórroga de los actuales y la posible convocatoria de elecciones generales.

Lo que ha ocurrido en torno a la figura del “relator” ha sido también su capacidad para ocultar el resto de iniciativas que ha lanzado el Gobierno de Pedro Sánchez, y sobre todo los errores, declaraciones y consideraciones de los partidos de las tres derechas, que aparecerán unidas en la manifestación del próximo domingo en Madrid. Un acto en el que además de escuchar los discursos será interesante ver como el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, se las apaña para que, ni de lejos, haya una fotografía de proximidad con Vox. La última aportación al debate político de Rivera ha sido declarar que no le interesan “los debates del pasado, que si el franquismo, que si el aborto, porque son debates superados...”, consideraciones que van en línea con su concepción líquida de la política según la cual no hay derechas ni izquierdas, algo que recuerda a regímenes e ideologías, estas si del pasado.

¿Es también un debate del pasado solicitar que la Fiscalía General del Estado informe al Ministerio de Justicia sobre las diligencias abiertas en los tribunales sobre presuntos casos de pederastia cometidos en el seno de la Iglesia y que la propia jerarquía eclesiástica ha ocultado? Se trata de un problema real que ha causado mucho dolor a las víctimas que todavía arrastran y que necesita ser abordado de forma integral. O acabará convertido en un asunto como “desenterrar unos huesos”, como afirmó la senadora del PP, Esther Muñoz, de las fosas del franquismo, algo del pasado pero que, en efecto, mantiene heridas abiertas que es muy fácil de sanar, sin que suponga poner en cuestión el régimen del 78, uno de cuyos pilares fue la ley de amnistía.

También pasan desapercibidas o se les presta menos atención los asuntos relacionados con la corrupción en el PP que todavía colean, como la investigación sobre los pagos en “b” de los trajes de Mariano Rajoy o los más de seis millones de euros que, presuntamente, tenía en cuentas extranjeras el expresidente valenciano y exministro, Eduardo Zaplana, sin explicarse como un servidor público puede acumular ese dinero en efectivo, y que hubiera podido salir de la cárcel antes, dado su estado de salud, si, como dice la jueza de su caso, lo hubiera revelado antes. Para Pablo Casado esto son también asuntos del pasado. Pero el líder de un partido recibe como herencia los logros de sus predecesores, pero también sus errores.

Y eso por no hablar de la alucinógena relación establecida por el presidente del PP -quien mucho habla mucho yerra- relacionando aborto, el desierto demográfico y las pensiones, como si al incrementar las trabas a la interrupción voluntaria del embarazo al que se ven dramáticamente abocadas muchas mujeres fuera la solución para un acuerdo en el Pacto de Toledo. En fin.

El relator, pese a que la vicepresidenta Carmen Calvo se lo ha cargado, no va a hacer que la oposición suelte la presa. Y eso que podría decirse que el Gobierno vuelve a acertar cuando rectifica.

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