Opinión

Menú de plato único

La importancia del artículo escrito a cuatro manos entre el presidente y el vicepresidente de la Generalitat,  Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, respectivamente, no debe desdeñarse, si se considera que puede ser el último llamamiento al diálogo que están dispuestos a realizar para que el Gobierno de la nación se siente a la mesa para autorizar la convocatoria de un referéndum acordado sobre la autodeterminación de Cataluña antes de convocarlo de forma unilateral.  

Aunque aparentemente se trata de un texto de mano tendida, de disposición al diálogo, de voluntad de llegar a acuerdos, en todo el texto subyace, en unos casos de forma explícita y en otros de manera implícita, que los dos principales dirigentes catalanes lanzan un ultimátum para que el Gobierno se avenga a autorizar el referéndum que, en cualquier caso están dispuestos a celebrar. Por tanto, poco o nada añade a su voluntad de mantener el desafío independentista hasta sus últimas consecuencias. Puigdemont y Junqueras, afirman encontrarse ya sentados a la mesa del diálogo a la espera de otros ‘invitados’. En efecto, ellos adoptan el papel de anfitriones para un encuentro en el que han colocado los manteles, la vajilla y la cubertería y además sirven un menú del día de plato único que no da posibilidades a elegir: o referéndum o referéndum.    

El artículo, publicado en El País bajo el título “Que gane el diálogo, que las urnas decidan”,  constituye el compendio de razones utilizadas por los independentistas a favor de la consulta y comienza con la comparación con el referéndum de Escocia, haciendo caso omiso de las distantes circunstancias históricas y políticas existentes entre ambos procesos, hasta el punto de que los propios nacionalistas escoceses rechazan la equiparación porque no quieren que se mezclen los intereses de cada uno de ellos. Los dirigentes catalanes insisten ahora en la vía escocesa de la misma forma que con anterioridad miraron hacia Canadá, los Balcanes o Groenlandia, o apelan a la descolonización, mientras siguen insistiendo en la legitimidad parlamentaria de su ‘procés’ por encima de la legalidad nacional.

Y una vez más se vuelve a jugar con las cifras de los catalanes que apoyan una consulta sobre el futuro de Cataluña que ellos plantean solo en forma de referéndum de autodeterminación, cuando hay muchos que están por la labor de ser consultados en otro supuesto, el de una reforma constitucional de carácter federal que resuelva el problema territorial para varias generaciones y por supuesto el acomodo de Cataluña dentro de España.

El empeño de Artur Mas y su sucesor en apostar por la independencia en lugar de por el acuerdo –nadie dice que sea un proyecto fácil, y mucho menos rápido- ha encastillado las posiciones y ha perjudicado el diálogo al que apelan de forma continuada, y al que tampoco han contribuido la realización de actos ilegales que han sido juzgados y sentenciados, presupuestar fondos para la realización de un referéndum, para el que el propio Consejo de Garantías Estatutarias ha determinado que no tienen competencia, o la modificación del reglamento del Parlament para aprobar la ley supuestamente más importan te de su historia con nocturnidad y alevosía.

Puigdemot y Junqueras dicen que es la hora de la política. Llevan razón. Siempre que no se entienda por política la imposición del referéndum “sí o sí”.     

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