Opinión

Miserias

El primero en utilizar la palabra miserable fue el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, cuando le preguntaron cómo iba a afectar el atentado de Barcelona al proceso independentista. Con los cadáveres sin enterrar, con decenas de heridos hospitalizados con distinta suerte y con la operación policial todavía en marcha para localizar al autor de la masacre, tratar de arrimar el ascua a una sardina, cualquiera que sea, el referéndum o la imposibilidad de su celebración es una cuestión extemporánea.

Con el convencimiento de que esa consulta no se va a celebrar, o que si se hace no pasará de ser otro mero simulacro como el 9-N sin ninguna validez jurídico-política, mezclar ambos asuntos sería dar una baza a los terroristas que intentan condicionar la vida política que las instituciones autonómicas tienen prevista. Si el referéndum no se celebra no será por los atentados del pasado día 17, sino porque se trata de una iniciativa ilegal contraria al Estado de Derecho en el que se mueve la democracia española, y que necesita una respuesta política que no estará condicionada por los atentados. La respuesta al terrorismo yihadista requiere de colaboración política y policial que no puede ser utilizada como arma arrojadiza de unos contra otros, cuando la ciudadanía reclama seguridad y respeto a sus libertades al margen de sus sentimientos nacionales.

Pero algo tan obvio se lo saltó el conseller de Interior catalán, Joaquím Forn, al diferenciar a cuatro de los fallecidos en las Ramblas entre catalanes y españoles. Esa es también una actitud que sin duda podría calificarse de miserable. Una miseria impropia de un responsable político que atribuye a fallecidos carnés de identidad nacional. Una cosa es que catalán sea quien vive y trabaja en Cataluña como afirmaba Jordi Pujol, y otra que todos ellos se sientan únicamente catalanes o más catalanes que españoles cuando la realidad constatada por el Centro d’Estudis d’Opinió de la Generalitat es que la mayor parte de ellos se sienten tan catalanes como españoles o más españoles que catalanes. ¿En qué ‘sentimiento de pertenencia’ se encuadraban los ‘catalanes’ fallecidos? Joaquim Forn ha sido un imprudente que no ha estado a la altura de la respuesta de la ciudadanía española ante los atentados de Barcelona y Cambrils. Y habrá quien haya buscado la República Catalana en un mapamundi sin encontrarla.

Quizá Puigdemont también podría haber utilizado la palabra “miserable” para referirse a la actitud de la CUP cuando amenaza con no participar en la manifestación institucional de Barcelona del próximo sábado si la encabeza el rey Felipe VI. El presidente de la Generalitat ha preferido utilizar la expresión “muy lamentable” para señalar a quienes anteponen sus intereses partidistas a una reacción de repulsa que es la culminación de las que han tenido  lugar por toda España motivadas por un sentimiento de conmoción.

Miseria moral también la de aquellos que han atacado mezquitas y que son propagadores del mismo odio que movió a la célula de yihadistas de Ripoll a atentar contra quienes no piensan como ellos y que son capaces de meter en el mismo saco a todos los que son musulmanes y  no se quieren enterar de las condenas de la comunidad musulmana por los atentados terroristas.   

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