Opinión

Nostalgia y enseñanza del consenso

El rey Felipe VI dedicó su discurso de Navidad a las nuevas generaciones, a los jóvenes, en una doble dirección, en primer lugar de forma directa para reconocer las dificultades que tiene para integrarse y protagonizar el desarrollo de una sociedad cambiante, y la segunda para recordarles los valores de la Transición de los que muchos parecen estar alejados, por desconocimiento y por la actitud de una clase política incapaz de transmitirles los valores que hicieron posible la vuelta a la democracia y que han dado a nuestro país los mejores años de su historia.

Las palabras del rey, por ese motivo, dejaban entrever una cierta nostalgia de aquel periodo en el que se impusieron “reconciliación, concordia, diálogo, entendimiento, integración y solidaridad”, las bases de la libertad y el progreso de los últimos cuarenta años. Un consenso en el que, recordó,  participaron personas de diferentes “ideas y sentimientos” que no se atisba en el momento actual con unos partidos políticos y sus líderes enzarzados en la pugna permanente, en una acción política con minúsculas con la que pierden el horizonte de lo que debe ser el fomento y la defensa de la convivencia, la principal idea fuerza del discurso de Felipe VI, el elemento necesario para superar “problemas” e “injusticias” y que debe estar basada en  el respeto de las ideas y de los derechos de los demás, una concepción positiva y optimista frente a quienes preferirían un mensaje más autoritario.  

Fue, además, un discurso con un fuerte contenido social, -“que nadie quede atrás”- desde la condena de la violencia de género al reconocimiento de las dificultades económicas y sociales que atraviesan muchos de nuestros conciudadanos, y centrado en sus primeros compases en los jóvenes y en sus “serios problemas”, de la precariedad laboral a los bajos salarios, de la dificultad de formar una familia a conciliar la vida familiar y laboral, y con un llamamiento a los mayores para que traten de facilitarles el futuro.
Un futuro que relacionó con el amparo y el “legado” que supone la Constitución y que han de preservar como marco de convivencia. Así, el  rey realizó un acercamiento a los jóvenes en un momento político en el que muchos de ellos pueden sentir cierta desafección hacia la forma de Estado, no solo por la campaña en contra de la monarquía de partidos como Podemos,que trata de poner este asunto en la agenda política, o de los independentistas catalanes por cuanto es el garante de la Carta Magna.
De ahí que con sencillez pero con contundencia les explicara los rudimentos con los que se hizo la Constitución, aunque también ese recuerdo de valores y principios constitucionales -apelación al diálogo- sirve para quienes se encuentran a los mandos de la vida política. Los líderes de los partidos constitucionalistas mostraron, como siempre, su sintonía con el mensaje del rey. Pero se desentienden de sus palabras tras la primera reacción de apoyo. El líder del PP, Pablo Casado, fue el único que resaltó las palabras del rey que puede interpretarse como destinadas a los independentista catalanes, aunque el rey en su discurso no citó ni una vez a Cataluña, para dedicarse, por el contrario a resaltar el carácter y valor modernizador que todavía conserva la Constitución.

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