Opinión

El nuevo líder llega tarde

El presidente del PP, Pablo Casado, ha llegado tarde a visitar a las fuerzas de seguridad en Ceuta y Melilla y la situación de los inmigrantes acogidos en los centros oficiales y oficiosos habilitados tras su llegada a la península porque antes que él ya lo hicieron el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska y el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera.  Durante su visita habrá podido hablar con policías y guardias civiles que trataron de impedir el asalto a la valla de Ceuta que culminaron seiscientos de ellos y dejaron una veintena de agentes heridos leves, y entre los que es posible que hubiera agentes y mandos que ya vivieron la entrada de otros cuatrocientos por el mismo método, o del centenar que lo hicieron a la carrera, el año pasado. Acciones desesperadas de los migrantes subsaharianos que se hacinan ante la frontera sur de Europa que no responden a ningún efecto llamada singular sino a su situación de desesperación.

Pablo Casado, además, viaja al Estrecho cuando Marruecos ha comenzado a aumentar la vigilancia y en consecuencia ha disminuido el tránsito de pateras, lo que depende de los inescrutables designios –o menos- de las autoridades marroquíes y de sus intereses internos. De hecho, tanto la carta remitida por Pedro Sánchez a la Comisión Europea, como la respuesta de Jean-Claude Juncker está más centrada en las ayudas que pueda recibir Marruecos para contribuir a frenar la salida de pateras, que a la petición de recursos para afrontar las necesidades generadas por la llegada de los migrantes subsaharianos, lo que casa con la política europea de subcontratación a otros países del blindaje de las fronteras exteriores.

Los excesos verbales a la hora de cuantificar el problema migratorio que ha realizado el nuevo líder de los populares, que en un par de días pasó de las decenas de miles –unos cuarenta mil a la espera es la cifra más aceptada- a centenares de miles y luego a millones de africanos llamando a las puertas de España, solo ha servido para poner de manifiesto que enarbola una bandera que pueden seguir quienes hagan más caso a los sentimientos nacionalistas que aquellos que realicen un análisis más cercano a la objetividad de las cifras y a las consecuencias reales de la inmigración en todos los sentidos, y sobre todo que no se dejen atrapar por discursos demagógicos. Porque no hay duda de que el Ejecutivo apoya a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en su lucha contra la inmigración irregular, que no hay una política de “papeles para todos” ni se la espera, que no se hace otra cosa que salvaguardar los derechos humanos de quienes ponen su vida en riesgo y que, en efecto, si hay un problema de colapso en la atención en tierra de los rescatados en el mar –se equivocan al minimizar la situación- es cuestión de tiempo que se pueda encauzar, porque la saturación de los CIES es endémica.   

Consciente de su sobreactuación ha rebajado el tono tras su visita a Algeciras donde ha demandado un “plan Marshall” para África, que es una muestra del “buenismo” más puro, y por tanto una salida a muy largo plazo que no supone un remedio que se pueda arbitrar de forma inmediata y que no soluciona la situación actual. En la reunión que mantendrá hoy con el presidente del Gobierno bien podrá cambiar el discurso demagógico sobre la inmigración que ha mantenido hasta ahora y propiciar soluciones en común ante un problema de Estado.

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