Opinión

Partidos con problemas

Tras los resultados de las elecciones andaluzas, el PP se comporta como los austriacos, que han conseguido convencer al mundo que Hitler era alemán y Beethoven suyo. De la misma forma y por la aritmética parlamentaria Pablo Casado ha hecho que su fracaso en Andalucía resulte un éxito por la suma con Ciudadanos y Vox. Pero lo cierto es que su partido no solo no ha cosechado los peores resultados en la región, sino que la tendencia de las encuestas es que Ciudadanos se encuentra en un empate técnico con el PP y que se deja votos a chorros por la derecha, que hacen que Voz aparezca como una fuerza potente capaz de condicionar pactos y gobiernos.

Desde el regreso de Pedro Sánchez a la primera línea política, primero como secretario general del PSOE y luego como presidente del Gobierno, el PSOE es en todas las encuestas el partido más votado. Escaso consuelo cuando en un escenario de un pentapartito al que sumar nacionalista e independentistas, no obtiene mayorías suficientes con la suma de los votos de Podemos, en franco retroceso por su ambigüedad respecto a Cataluña y sus permanentes problemas internos. En el caso de Pedro Sánchez es su principal apuesta, su actitud ante el problema catalán, la que le origina mayores problemas no solo con los partidos de la oposición, y con la oposición interna ejercida por “barones” y pone sordina a sus políticas sociales.  ¿Hay otra forma de resolver los problemas que hablando e insistiendo en el diálogo mientras se mantenga el imperio de la ley? Pero no convence ni a unos ni a otros. Los primeros porque su única estrategia al respecto es la mano dura, y los segundos porque consideran que sus votantes no entienden tanta condescendencia con quienes desacatan la Constitución.   

La apuesta por la distensión puede ser su tumba política si las tres derechas decidieran sumar sus escaños. Si de las elecciones autonómicas, locales y europeas el partido sale vapuleado quedará a expensas, más que de los resultados de Podemos, de los que obtenga Ciudadanos y de su estrategia de pactos, aunque al partido de Rivera ya no le resultará tan fácil poner una vela al PSOE –en Andalucía- y otra al PP –en el resto de autonomías- como ha ocurrido hasta ahora. Ciudadanos, en las próximas elecciones, si que puede convertirse en un verdadero partido bisagra y mirar hacia ambos lados desde su posición, sino se convierte en el primer partido de la oposición, porque el PP todavía no ha conjurado el riesgo de “sorpasso”.

Pedro Sánchez tiene la ventaja de que es quien puede jugar con los tiempos, pese a las contingencias que le pueden sobrevenir pero a las que antepone la voluntad de agotar la legislatura, y su esperanza es una movilización de los votantes progresistas, ante la irrupción de Vox, que el PP abandone el terreno del centro político y que Ciudadanos no sepa explicar los pactos, porque afirmar que en Andalucía solo ha negociado con el PP se queda corto.

Pablo Casado tiene un problema con sus socios competidores –Vox comienza a poner duras  condiciones en Andalucía- y otro con sus bases más esencialistas que tienen que decidir quién las defiende mejor. Si el método que ha escogido –derechizarse y elevar el tono- es el adecuado lo decidirán las urnas. Pero los gobiernos de coalición no son solución para un partido que aspira a gobernar en solitario.

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