Opinión

Sin pedagogía y sin prisas

De las declaraciones de todos los dirigentes socialistas merece la pena hacer hincapié en su decisión y voluntad de que no vuelvan a celebrarse unas terceras elecciones en el plazo de un año. Va partir de esa premisa, con la que el PSOE tendría unos resultados inciertos que, aunque mejoraran el número de diputados actuales, probablemente no supondrían una gran diferencia con respecto a los datos que se maneja en la aritmética parlamentaria actual. Por lo tanto, y descartada la posibilidad de que los socialistas propongan una alternativa en las que participen Podemos y los independentistas catalanes, solo queda la abstención en una segunda ronda de investidura, que los populares ya manejan para después de las elecciones vascas tras estudiar las necesidades, si las hubiera, del PNV.

Como flota en el debate la necesaria abstención del PSOE que debería aprobarse en una nueva reunión con Comité Federal del PSOE es preciso que el PP comience a proponer alguna oferta con la que los dirigentes socialistas puedan realizar pedagogía entre sus bases y votantes para justificar el cambio de opinión del “no, no y no” a la abstención.

Por el momento y hasta que esté ultimado el pacto entre PP y Ciudadanos 
–nada está acordado hasta que todo esté acordado- no se tienen noticias de que el PP haya realizado alguna cesión de calado que suponga una rectificación de sus políticas anteriores, y que no le puedan arrancar el resto de los partidos en el ejercicio de su labor de oposición una vez que las Cortes inicien su trabajo habitual: se trata de mirar hacia el futro pero también de revisar el pasado.

Comprobado ya que la táctica de la presión sobre los socialistas para que Mariano Rajoy pueda gobernar cuanto antes no ha surtido efecto, por el cierre de filas con Sánchez de todos los barones –a los que también les viene bien un fracaso de Rajoy en la primera investidura- y porque las tácticas utilizadas no han podido ser más burdas, como sugerir que fuera aquél quien pusiera la fecha de investidura, o la convocatoria electoral para el 25 de diciembre, o jugar con la palabras -“abstenerse no es apoyar”, como si una acción así no tuviera consecuencia políticas-, es preciso que se produzca algún ofrecimiento. Un buen momento sería la sesión de investidura, si esta transcurre por los cauces habituales, y el candidato propone un programa de Gobierno como suele ser habitual. Pero puede ser mucho aventurar si se tienen en cuenta las peculiares declaraciones de Mariano Rajoy tras la reunión del Comité Ejecutivo Nacional de la pasada semana, aunque la solemnidad de un pleno del Congreso de esas características no sea el escenario apropiado para innovaciones en los usos parlamentarios.

Habrá que esperar a ese momento porque la firma del acuerdo entre PP y Ciudadanos está en el horizonte del viernes o el fin de semana, y Rajoy está dispuesto a esperar a su conclusión antes de llamar a Pedro Sánchez. Tampoco es descartable que pese a las declaraciones de la vicepresidenta del Gobierno en funciones el pasado viernes sobre la inmediatez de la propuesta de reunión, esta acabe por no tener lugar. Incluso no tendría muchos sentido que la hubiera ya ante la sesión de investidura del 30 de agosto, cuando ambos se verán las caras. A cara de perro.

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