Opinión

Política de bloques

En Andalucía no va a ocurrir nada de lo que ya está previsto según los resultados electorales que han dado la mayoría a la pulsión de cambio representada por los tres partidos de la derecha. Ni Susana Díaz puede aspirar a una solución “constitucionalista” que deje sin valor los escaños de Vox y la mantenga al frente de la Junta de Andalucía, ni Juan Marín puede aspirar a ser el nuevo presidente andaluz a pesar de la subida en votos y escaños de Ciudadanos, de tal forma que será Juan Manuel Moreno el próximo presidente andaluz, pese a que el PP ha sido el partido de su bloque que más ha perdido, y se ha dejado más de 300.000 votos en las mejores condiciones para haberse beneficiado de la debacle del PSOE, en la que está por dilucidarse si se debe al hartazgo y a los errores de la campaña electoral o a Pedro Sánchez. 

A la presidenta andaluza le corresponde iniciar las gestiones para conseguir su investidura, pero lo importante es lo que ocurra al margen de lo que piensen en el Palacio de San Telmo. El presidente del PP andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, ya ha comenzado a poner las condiciones y a fijar los límites de los apoyos por cuanto es el partido del “cambio” que ha sido el más votado y tiene la fuerza política de condicionar a los otros dos partidos. Aun es pronto para comenzar a hablar del reparto de las consejerías, pero el líder popular andaluz no ha descartado que Vox entre a formar parte de su ejecutivo. Ciudadanos preferiría no tenerlos de compañeros en el Consejo de Gobierno y se inclina por conseguir la presidencia del parlamento andaluz y una vicepresidencia de la Junta. Pero el reparto se puede complicar si Vox decide entrar en el Gobierno, una posibilidad nada desdeñable.

Entonces, sí, se podría dar la sensación de un gobierno débil, convertido en una jaula de grillos en la que cada parte intente sacar adelante sus propuestas más duras, y contribuir a la movilización de los partidos de la izquierda en las próximas convocatorias electorales. Porque una de las cosas que puede ocurrir es que en Andalucía pase lo que ocurrió tanto en Cataluña como en el País Vasco en los que los “regímenes” nacionalistas acabaron probando las hieles de la oposición cuando un lehendakari socialista acabó con la hegemonía del PNV, y el tripartito catalán –PSC, ERC e IU- logró acabar con la hegemonía de CiU. Tras una o dos legislaturas, los partidos nacionalistas –los catalanes echados al monte independentista- recuperaron el poder en esas comunidades históricas.

Y en Andalucía puede ocurrir lo mismo con Susana Díaz o sin ella si el PSOE se recompone y hace el trabajo necesario para recuperar el poder. A ningún partido le viene mal un paseo por la oposición siempre que no sea una travesía del desierto, para recuperar discurso y estrategia. Que la todavía presidenta andaluza sea la persona más adecuada para esta etapa está por ver, porque desde que se puso de moda no dimitir las noche de las elecciones –bien es verdad que Susana Díaz ha ganado los comicios- y hacerlo en diferido, es preciso esperar a que el escenario sea irreversible.
Por lo pronto los barones y los alcaldes socialistas y los del cambio ponen sus barbas a remojar. Antes era el PP el partido sin aliados con los que gobernar. Ahora, o gana el bloque –derechas o izquierda- o gobierna el adversario.

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