Opinión

Por los dos lados

Nuevo capítulo del diálogo de sordos entre el Gobierno y los partidos independentistas que consideran retrotraerse a un pasado que ya no volverá la propuesta de Pedro Sánchez de que los catalanes voten un nuevo estatuto de autonomía que recoja aquellos puntos que fueron anulados por el Tribunal Constitucional que pueden caber dentro de la legalidad. Los otros, los que son incontestablemente inconstitucionales, seguirían quedando fuera.

La iniciativa del presidente del Gobierno es la única que se puede votar por mucho que le hayan sacudido desde los dos lados de la trinchera. Los “indepes”, por considerar que no se hace cargo de la actual situación de la ciudadanía catalana, partida por la mitad en la que una parte es abiertamente partidaria del derecho de autodeterminación y la otra, a juicio del jefe del Ejecutivo, mayoritariamente a favor de ampliar las cuotas de autogobierno.

Desde el lado constitucionalista se afirma que ya no se puede avanzar más en ese campo, lo que vendría a suponer una especie de fin de la historia, que como se ha demostrado no es real sino que siempre hay sendas que transitar dentro de la Constitución que pueden mejorar la vida de los ciudadanos. Aunque no es menos cierto que el gasto de energía que realizan los independentistas para avanzar hacia su desiderátum no hace sino retrasar la consecución de ese bienestar que dejan para cuando ellos sean los dueños de su destino pese a que por el camino se queden varias generaciones  sacrificadas en el altar del bien superior de la independencia sean o no partidarias de alcanzar ese fin y tengan que padecer esas pretensiones. 

En el rechazo de los partidos constitucionalistas a debatir sobre un nuevo estatuto y en su deseo de hacer frente al independentismo se percibe que su única respuesta es la aplicación del artículo 155 de la Constitución, que la autonomía de Cataluña quede intervenida, sine die, hasta que los “indepes” recapaciten y vean que su pretensión es inútil. Pero se cuidan mucho de adelantar las consecuencias que puede tener una media de fuerza semejante que por ahora es imprudente adoptar porque los líderes del independentismo no han comenzado a adoptar decisiones que puedan ser recurridas. 

Los líderes de los partidos independentistas catalanes hacen caso omiso al llamamiento al diálogo que ha realizado Pedro Sánchez -y tampoco comparecerán en el Congreso como ha ofrecido su presidenta, Ana Pastor-, que se resiste a dar por abortada esa vía, a la que solo puede da aire la existencia de un sector independentista más pragmático que reconozca que el unilateralismo es un camino sin salida.

Porque, con todos los pronunciamientos a su favor, la legalidad constitucional el apoyo mayoritario del pueblo español, la fractura por la mitad de la sociedad catalana con cada una de las dos partes trabajando por hacerse con la mayoría social, el desvelamiento de las falsedades de los líderes que pretenden el Catexit y que la comunidad internacional no ha caído en su trampa y les ha dado la espada, al independentismo no le queda otra alternativa que optar por el diálogo o la intervención. 
Ocurre que por mucho que se empeñe la oposición en presentar a Pedro Sánchez como deudor de los independentistas no ha dejado ningún lugar a dudas acerca de que hará cumplir la ley.

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