Opinión

Primeros gestos, primeros despropósitos

El Gobierno, tras la primera reunión de su Consejo, ha trasladado una serie de gestos cuya materialización depende de su voluntad política y una serie de propósitos en los que ha tratado de involucrar al resto de fuerzas políticas y cuya materialización no depende tanto de él como de la receptividad que obtengan. La partitura suena bien, porque la ministra portavoz, Isabel Celaá no ha dejado de referirse al diálogo y a la continuación “sin sectarismo” de los trabajos que están en marcha que sean positivos para el país, aunque la dura oposición que le espera por parte de quienes han abandonado el poder de forma inesperada, como de quienes han apoyado la llegada de Pedro Sánchez a La Moncloa, auguran una perspectiva nada idílica.

Que el primer gesto del Gobierno haya sido el levantamiento de la supervisión sobre las cuentas de la Generalitat catalana, es una iniciativa que se enmarca en el deseo de que se recupere la "normalidad política", con la confianza de que "funcionará bien" y que está realizada en función del levantamiento del artículo 155 de la Constitución. Lo que sí ha dejado claro el Gobierno es que tiene mecanismos suficientes para saber que si el destino de esos fondos es el apropiado. Un aviso para navegantes, tanto de los que puedan ver en esta decisión el pago de un peaje, como para quienes consideren que hay barra libre para seguir financiando el “procés”.

La efectividad de esta iniciativa dependerá de la valoración que hagan desde la Generalitat de esa medida “normalizadora”, aunque por las declaraciones de Elsa Artadi  tras la reunión entre el líder del PSC, Miquel Iceta y Qim Torras de que quedan a la espera de lo que pueda ofrecer el Gobierno a la Generalitat  -“absolutamente” imposible hablar del derecho de autodeterminación, dijo Celaá-, no caben esperar muchos avances más allá de la distensión verbal y porque la portavoz del Gobierno ya ha dicho que la relaciones se establecerán “con la Constitución en una mano y la disposición al diálogo en otra”.

Como el devenir del país no se agota en el expediente catalán, con ser el más grave de los problemas planteados, la ministra portavoz señaló que los ejes que marcarán la acción de gobierno, son la consolidación del crecimiento económico, la regeneración democrática, la voluntad europeísta, la igualdad y el papel de la mujer y todo ello con el objetivo de la recuperación de los derechos de todo tipo que la gestión de la crisis desde un determinado prisma ideológico se ha llevado por delante, y lograrlo mediante la búsqueda de acuerdos.

El Gobierno del PP  fracasó, por incomparecencia y falta de costumbre, en la gestión del diálogo desde una posición de minoría parlamentaria. En las manos del PSOE está repetir errores o trabajar con mano izquierda los compromisos enunciados para lograr acuerdos transversales y que, en efecto, se consiga “un nuevo escenario donde prevalezca escucharnos y dialogar porque por encima de la ideologías está el servicio público a España”.  Si el Gobierno, cuando vengan mal dadas, sigue manteniendo estos preceptos será creíble. Si no lo hace caerá en la política con minúscula de la que tanto se conoce y la “emoción” con la que los ministros han asumido sus cargos y han generado en buena parte de la sociedad se diluirá rápidamente.

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