Opinión

Que se imponga el "seny"

Si todo transcurre como afirma la Generalitat y el Gobierno de la nación, no se producirán actos de violencia en las calles de Cataluña y el referéndum no llegará a celebrarse. Y si, como afirma el Govern, se vota, no tendrá ninguna validez, como afirma el Gobierno. En el despropósito de la convocatoria de un referéndum ilegal, sin garantías, con una evidente ruptura de la convivencia en el seno de Cataluña, es preciso quedarse con los mensajes positivos. Que haya grandes colas de ciudadanos que quieren votar pero que no pueden hacerlo porque no tienen donde, o no, al menos, de forma normalizada, de tal forma que el referéndum quede en una gran movilización que vuelva a poner de manifiesto que existe un problema que habrá que abordar en un futuro cercano, y que todo el mundo vea, por otra parte, que el Gobierno impone su criterio y que la consulta no cumple con ninguno de los estándares democráticos, como para que las autoridades catalanas puedan esgrimir que los votos emitidos de cualquier son suficientes como para declarar la independencia unilateral en la próxima semana.

Quizá una de las preocupaciones principales de ambas partes debiera ser evitar el ridículo. De otra forma no se puede calificar el esperpento protagonizado en un centro de prensa privado por los tres principales miembros del Govern catalán, presentando para votar un recipiente con más parecido a otros utensilios domésticos que a una urna, en un gesto impropio de un gobierno que atesora una tradición de “seny” popular.

Tras las sucesivas declaraciones de que el referéndum no se va a celebrar, el Gobierno de la nación tampoco puede caer en el ridículo que ponga en almoneda a todas las instituciones que se han implicado en evitar una consulta a todas luces, a las de la legalidad nacional e internacional, es ilegal. Su misión será que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado den cumplimiento de la resoluciones judiciales para impedir la apertura de los centros de votación y esperar a que surjan efecto los llamamientos de las organizaciones independentistas para no caer ni promover provocaciones, toda vez que los Mossos d’Esquadra están dispuestos a dar carta de naturaleza a una forma de actuación -no cumplir los mandatos judiciales para que no se produzcan altercados de orden público-, que se estudiará en todos los cursos sobre seguridad ciudadana.

Dados a tomar el nombre de la democracia en vano, pese a que no existe un censo conocido, ni hay una junta electoral designada que recuente los votos, ni los colegios electorales abrirán con normalidad ni habrá control sobre los componentes de las mesas y con un cinismo recalcitrante –“Esto no va de independencia va de democracia”, ha dicho Raúl Romeva- sobre las formas, a los dirigentes catalanes solo les quedan dos alternativas a partir del 2-O: la más descabellada será la declaración unilateral de independencia sobre la base de los votos obtenidos de un censo de 5,35 millones de catalanes, que no será reconocida por ninguna instancia internacional -si acaso por algún país encantado de provocar a España-; o la convocatoria de nuevas elecciones anticipadas en Cataluña.  Para mañana domingo y días sucesivos es de desear que se imponga el “seny” y no aparezca la “rauxa”. Ni en el palacio de Sant Jordi ni en el de La Moncloa. 

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