Opinión

Rajoy dimite en diferido

Lo normal suele ser que un gobernante o el líder de un partido que ha sufrido un revolcón presente su dimisión de manera inmediata. Últimamente, sin embargo se han impuesto las dimisiones en diferido hasta la celebración de un congreso que renueve la dirección. Así lo hizo Pérez Rubalcaba cuando perdió las elecciones europeas, y así lo ha hecho Rajoy al ser descabalgado del Gobierno por una moción de censura prevista en la Constitución. La gran novedad del anuncio de Mariano Rajoy de dejar de presidir el PP es que ha renunciado al “dedazo” que le llevó a él a presidirlo  y a tenor de sus medidas palabras de agradecimiento a las dos mujeres que han participado con él en la dirección del partido y el Gobierno, María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría, no ha señalado ningún delfín, aunque todos los dedos apuntan hacia el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. Un congreso extraordinario del PP decidirá su futuro.  

Como el propio Rajoy ha manifestado, su dimisión es lo mejor para el PP. Que es lo mejor para él responde a una valoración estrictamente personal. Que sea lo mejor para España es una valoración a beneficio de inventario porque el futuro de ningún país está escrito. Mariano Rajoy se va, se irá, sin ningún asomo de autocrítica hasta el punto que de la mayor parte de su intervención se desprendía que no había entendido nada de los motivos que le llevarían a su anuncio final, con una defensa de su gestión todo luces y sin ninguna sombra, y sin aceptar que su falta de asunción de responsabilidades políticas por los asuntos de corrupción que cercan a su partido le han llevado a su dimisión. Posverdad ha llamado a la interpretación realizada de la sentencia del caso Gürtel cuando la gran parte de los representantes de la ciudadanía –todos menos los del PP y los de Ciudadanos incluidos- han interpretado lo mismo que hubiera hecho el PP –y que hará cuando la oportunidad se le presente- de estar en la oposición.

Rajoy se va y con ello reconoce que él, el político que más carteras ha ocupado en los gobiernos de España, que ha surfeado todas las polémicas internas, que ha sobrevivido a sus propios fracasos y que a la chita callando ha logrado laminar hasta hacer inapreciables las críticas internas, no ha sabido gestionar la crisis que ha acabado con su destitución. Rajoy dice que hace lo mejor para el PP. Pero a partir de ahora este partido entra en la dinámica que han padecido todos los partidos que pierden el poder, la lucha de clanes hasta ahora soterrada, las voces discordantes, los mensajes contrapuestos o contradictorios, el afloramiento de los “sectores críticos”, las peleas en una charca muy pequeña con tantos cocodrilos, la travesía del desierto…    

Un nuevo presidente y una nueva dirección son los elementos esenciales para que el PP comience su etapa de regeneración, y de ellos dependerá la ruptura con el pasado –del aznarismo al rajoyismo- y el comienzo de una nueva etapa que debe tener sus señas de identidad propias. Pero antes de irse Rajoy ha dejado marcada una hoja de ruta inquietante, la de una oposición crispada, con desprecio a Ciudadanos y sin una sola mención a la lealtad institucional con el Gobierno que sigue teniendo el expediente catalán como uno de sus principales problemas. 

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