Opinión

Torra aún no da le paso de decisión

  

Desde que Quim Torra es presidente de la Generalitat de Cataluña, después de que se aviniera a razones y dejara de presentar a fugados o encarcelados como consellers de su Govern, ciñéndose a la legalidad vigente, no ha dejado de realizar gestos, proclamas, escritos y declaraciones sobre las que no se puede entablar un diálogo político responsable y coherente al tiempo que tampoco ha impulsado ninguna norma que se pueda llevar ante los tribunales porque no tienen consecuencias jurídicas.

Los gestos de desprecio hacia las más altas instituciones del Estado son una rabieta que causan sorpresa por el desconocimiento de las normas fundamentales, la ausencia de la más mínima educación y cortesía y representan una actitud que vuelven a fraccionar a la sociedad catalana por la mitad, sin tener en cuenta que se debe a todos los catalanes. Por no insistir en que los independentistas utilizan la táctica goebbelsiana de repetir una mentira para que se convierta en verdad.

Nadie puede negar el error de la gestión por parte del Gobierno de Mariano Rajoy del referéndum ilegal del 1-O. Pero cualquiera que tenga un mínimo respeto por la democracia y por la verdad, sabe que el referéndum no pasó ninguno de los filtros que lo puedan convertir en validable, que la represión apenas se saldó con cuatro heridos de una cierta entidad. Es probable que ninguno de estos aspectos, junto con el informe negativo de la Comisión de Venecia, la falta de censo fiable o el control efectivo sobre el recuento aparezcan en el informe del Sindic de Greuges catalán sobre esa jornada, que el presidente de la Generalitat se comprometió a entregar al rey Felipe VI en la inauguración de los Juegos del Mediterráneo anoche en Tarragona, financiado, como todos estos acontecimientos por parte de las tres administraciones públicas españolas, más otras aportaciones. Las declaraciones previas de Torra sobre quien manda en Cataluña o sobre el cruce de invitaciones a actos en Cataluña son reacciones impropias de quién tiene por obligación representar a todos los catalanes, aunque esta obligación no acabe de entrar en su cabeza.

La ruptura política con la Corona anunciada por el presidente catalán es un gesto que no contribuye en modo alguno a hacer creíbles las declaraciones de voluntad de diálogo por parte del Govern catalán a la mano tendida desde el Gobierno de la Nación, que tendrá su primera expresión el próximo 9 de julio, y que marcará un punto de inflexión al que se llega con posiciones bien definidas por parte del Ejecutivo: hablar de transferencias y autogobierno, sí; de independencia, no. A partir de ese momento a Quim Torra no le quedará más remedio que pasar de los gestos, por provocadores que sean, como la carta enviada al rey, a tomar alguna decisión, de las que hasta ahora no ha adoptado, porque por encima de la voluntad de diálogo manifestada por las partes está el cumplimiento de la ley, que incluye la aplicación de nuevo del artículo 155 de la Constitución.

La pelota está en manos del Govern catalán. A Torras le queda hasta la reunión, siguiendo el orden de acceso a la autonomía, que mantendrá con Pedro Sánchez. Tras el previsible fracaso si mantiene sus posiciones irredentas, tendrá que decidir si mantiene el “procés” unilateral. Con todas las consecuencias.

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