Opinión

Torra lo está pidiendo a gritos

Comienza el nuevo año como terminó el pasado, con el problema catalán encima de la mesa y sin que hayan servido de nada las apelaciones al dialogo “efectivo” que se cruzan entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y de de la Generalitat, Quim Torra, desde el pasado día 20 de diciembre. Mientras que el Gobierno se mantiene en su posición de “ley y diálogo” dentro de la Constitución, Torra está en otra cosa, en el “apretad”, que causa discrepancias incluso entre su propia parroquia, en las llamadas a la rebelión para derribar muros opresivos –la Constitución y las leyes que van a juzgar a quienes pusieron en marcha un proceso de secesión-, en la búsqueda de la unidad de los independentistas en torno a su proyecto y el de Carles Puigdemont, al tiempo que ERC guarda un cauto silencio, la CUP crece y pide desarrollar la DUI, y mantiene su inactividad como gobernante de todos los catalanes y con sus palabras, que no con hechos, no deja de cargar de razones al Gobierno que se resiste a intervenir la autonomía catalana, vía 155, pero que cada vez tiene más razones para hacerlo.  

Dada su actuación bipolar,  Torra lo mismo firma un comunicado en el que acepta que el diálogo se desarrolle en el marco de la “seguridad jurídica” –léase Constitución- que en su discurso de Año Nuevo llama a mantener la presión y apela a una hipotética mediación internacional, que son dos conceptos antitéticos con una negociación que pueda dar lugar a la obtención de acuerdos. Cierto que el juicio a los líderes independentistas en el Tribunal Supremo será utilizado para apretar y mantener la presión pero debe tener cuidado no vaya a ser que al Govern catalán  se le escape de las manos el control de la calle y someta al Gobierno de la nación a tal presión, avivada por las “tres derechas” que haga inevitable la aplicación del 155, que a veces parece que es lo que pide a gritos Quim Torra.
Si esta circunstancia vuelve a darse no será como la que puso en marcha el expresidente Mariano Rajoy, incluido el golpe de efecto de la convocatoria de elecciones catalanas de forma inmediata, que vino a dejar el escenario político y parlamentario como estaba, con Cataluña partida por la mitad, sin que los independentistas lograrán convencer a un mayor número de catalanes de las bondades de su propuesta de secesión. Por el momento solo ERC parece comprender que no se puede actuar contra la mitad de los catalanes, aquellos que saben que “la república no existe”.    

El presidente catalán también puede caer en el error de considerar que, cuando decida ponerse a gobernar para todos los catalanes mediante la aplicación de las leyes sociales sobre las que ya no pesan recursos de inconstitucionalidad, está ante un síntoma de debilidad del Gobierno, en lugar de aprovechar la oportunidad que se ha abierto y que se puede cerrar en cualquier momento en cuanto que dé un paso en falso, algo de lo que se ha cuidado mucho hasta ahora  pesar de sus continuas bravatas, que provocan un cansancio insoportable porque no van acompañadas, y en eso tiene razón la CUP, de actos de gobierno que apuesten por el desarrollo de la república más breve del mundo. La pelota está siempre en el tejado de Quim Torra  y el terreno de juego delimitado. Es él quien debe decidir cuándo y cómo la pone en juego.

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