Opinión

Una célula muy peligrosa

La muerte de los terroristas yihadistas que perpetraron los atentados de Barcelona y Cambrils el 17 de agosto del año pasado abatidos por los Mossos d'Esquadra, el enfrentamiento político suscitado por el trato que los independentistas dispensaron al rey Felipe VI durante la manifestación de repulsa por aquellos hechos y el secreto del sumario de las investigaciones decretado por el juez de la Audiencia Nacional, Fernando Andreu, han impedido conocer hasta ahora que se ha levantado la envergadura de los actos terroristas que tenían previsto realizar, o al menos intentar, y que de haberlo conseguido podrían haber estado a la altura de los cometidos contra los trenes de Madrid el 11-M de 2004, tanto si atentaban contra la Sagrada Familia como si sus objetivos hubieran sido discotecas o los festivales de Sitges (Barcelona) y Benicasim (Castellón), o contra discotecas de público homosexual, siguiendo el ejemplo del atentado contra la sala Bataclán de París, exponentes de los ejemplos occidentales de distracción “de las verdaderas preocupaciones” para los musulmanes.

La célula organizada por el imán de Ripoll Abdelbaki Es Satty, presunto cerebro de los atentados, sigue los pasos ya conocidos de preparación de atentados de otras ocasiones tanto en nuestro país como en otros lugares, que parten de la radicalización en la cárcel de los autores intelectuales y materiales de los atentados, por lo que la vigilancia en los centros penitenciarios es indispensable en la labor de información para evitar que lleguen a conseguir sus propósitos.

A la vista de los informes policiales, solo la explosión en el chalé de la localidad de Alcanar, en la que murió Es Satty, y donde almacenaban bombonas de butano y metralla, preparaban los explosivos a base de 'la madre de Satán' y elegían los objetivos, hizo cambiar el curso de sus pretensiones y de un atentado bien preparado que podría haber causado un mayor número de muertos y heridos pasaron al procedimiento más rudimentario del atropello y el acuchillamiento de sus víctimas, ante la certidumbre de que finalmente serían perseguidos, a pesar de que en un primer momento la policía autonómica catalana no vinculó la explosión en el chalé del 16 de agosto con una actividad terrorista. La distinta documentación encontrada con posterioridad en ese lugar, grabaciones de vídeo, teléfonos, búsquedas por internet para fijar objetivos, da cuenta del proceso de radicalización, de los métodos de financiación utilizados para la compra de los elementos que componen los explosivos y de su disposición al 'martirio' de forma inminente para acabar con la vida del mayor número posible de 'infileles'.

Con el goteo de detenciones de presuntos terrorista yihadistas, dos centenares desde que se decretara el nivel de alerta 4 -sobre 5- , la última el pasado martes en Vitoria, las fuerzas de seguridad han evitado distintos tipos de delito, desde la captación y radicalización de personas para la yihad hasta la financiación del ISIS. Solo una buena labor de investigación sumada a la cooperación internacional entre policías y servicios de información puede tratar de evitar que proliferen las células yihadistas capaces de ocasionar más víctimas que los lobos solitarios

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