Opinión

Una cierta normalidad

Sobrepuesto el Gobierno a su primera crisis de cierta entidad y resuelta en una decena de horas, los ministros del Ejecutivo de Pedro Sánchez comienzan a dar pistas sobre las líneas maestras de la gestión que piensan desarrollar al frente de sus departamentos. La primera señal es el nombramiento de las personas que les van a acompañar o el mantenimiento en sus cargos de aquellos cuyas funciones responden a políticas de Estado y a los que se les quiere dar continuidad. Los ministros propondrán hoy los nombres de muchos de quienes van a ocupar esos segundos niveles y muestran que han optado por rodearse de personas con altas capacidades técnicas, experiencia de gestión pública en otros momentos y ámbitos de competencia y experiencia en el sector educativo y el de la empresa privada.    

Al mismo tiempo los ministros han comenzado a sentar posiciones sobre los problemas más acuciantes, con Cataluña al fondo. Fernando Grande-Marlaska, al frente de Interior, está dispuesto a que los políticos presos catalanes sean trasladados a cárceles de esa comunidad siempre que lo autorice el juez que instruye su caso, Pablo Llarena. Es una buena disposición,  voluntarista, pero en la que no tiene competencia.

En lo que sí la tiene y va en línea con la decisión de dar una vuelta de tuerca a la política respecto a la inmigración irregular, que ha comenzado con la acogida de los 629 inmigrantes rechazados por Italia y Malta, es en estudiar la retirada de las concertinas de la vallas de Ceuta y Melilla y sustituirlas por otros mecanismos menos agresivos o por otras medidas disuasorias. “No sé si pueden producir efectos sobre las personas”, dijo Mariano Rajoy cuando su ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, consideró en 2013 esas cuchillas como el método más eficaz para evitar los saltos de  las vallas que rodean las ciudades autónomas. Desde aquel momento el Gobierno popular se comprometió a cambiarlas por otro material menos lesivo, pero dejó de hablarse pronto de esa posibilidad y ahora la retoma el nuevo responsable de Interior a quien habrá  que demandarle que uno de sus primeros compromisos no caiga en el olvido.  

El ministro del Interior ha iniciado también una rectificación que era obligada, el tratamiento individualizado de cada uno de los emigrantes que llegarán a bordo de los tres barcos a Valencia, y no considerarlos a todos refugiados,  por lo que representaba de agravio comparativo con respecto a otras personas que entran de forma irregular en España por otros medios. De manera simultánea la ministra de Justicia, Dolores Delgado, ha puesto el foco en otra vertiente del mismo problema la necesidad de luchar contra las mafias en los países de los que salen los migrantes, y por su dimensión europea. Con el caso del barco Aquarius puede ocurrir lo mismo que con el niño Aylan y que el efecto de la decisión adoptada se acabe a los pocos días.

Normalidad también en otros ministerios, como el de Defensa con la confirmación en sus puestos del director del CNI y de toda la cúpula militar, y periodo de reflexión en el de Trabajo tras el encuentro con los agentes sociales para determinar qué aspectos de la reforma laboral se pueden cambiar de forma más rápida. Tras el “susto” de Màxim Huerta el Gobierno trabajaba con una cierta calma preparando un Consejo de Ministros del que se esperan señales potentes. 

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