Opinión

Vértigo en el PP

Que les pregunten a todos los candidatos en las primarias de un partido que han perdido su apuesta ante unos rivales pretendidamente más flojos políticamente y con menos apoyos del aparato cómo estas consultas a la militancia pueden desbaratar planes que de otra manera estaban prefijados. En una crónica de actualidad se recordaba cómo en los cónclaves para elegir al obispo de Roma quien entra Papa, sale cardenal, y en esta ocasión quien crea que cuenta con más probabilidades de erigirse con el liderazgo del PP puede acabar fuera de juego.

Tampoco garantiza un resultado prometedor contar con el apoyo del aparato del partido. En este sentido la secretaria general del PP tendría una base sólida de apoyos adquirida durante los años de control de la organización para ganar el congreso. Pero recuérdese como la gestora del PSOE y su presidente, el asturiano Javier Fernández, se olvidaron de la neutralidad en favor de Susana Díaz y la reacción de la militancia arruinó todos sus planes.

El Partido Popular, que se encuentra en la fase de estrés postraumático, desde que Rajoy perdió la moción de censura, que se ha acentuado tras la espantada de  Alberto Núñez Feijóo, pretende encontrar su cura mediante la participación de la militancia en un proceso un tanto alambicado que también puede dejar al aire sus vergüenzas, como ha ocurrido en otros partidos en los que la  llamada a procesos participativos ha sido un fiasco por la baja implicación de los implicados, cuando no ha rozado el ridículo. Vértigo. La premura con la que se ha convocado el Congreso, inevitable tal y como se han sucedido los acontecimientos, ha pillado desprevenidos a los propios militantes del PP, muchísimos de los cuales no están al día en su relación con el partido. Pero el PP puede morir de éxito si una mayoría de los 870.000 militantes censados deciden acudir a las urnas, a la espera de conocer la infraestructura para el recuento. Vértigo.  

Además, la "doble vuelta" que tanto gusta a los partidos de vocación presidencialista y mayoritaria puede originar problemas de legitimidad para el elegido si hay discrepancia entre militancia y compromisarios, y ahondar la fractura que se va a producir –como ha ocurrido en todos los casos- durante la campaña electoral. Vértigo.

Por el momento cada uno de los candidatos –los cuatro con más posibilidades: Pablo Casado, María Dolores de Cospedal, Manuel García-Margallo y Soraya Sáenz de Santamaría, por orden alfabético- dedican su tiempo a pregonar sus fortalezas con respecto a los demás, a querer y dejarse querer por el resto de contendientes, y a no hablar nada del futuro, porque no es el momento procesal oportuno, más allá de las vaguedades de rigor sobre la necesaria regeneración y renovación, junto a la preparación inmediata para recuperar el Gobierno cuanto antes.   

El cuerpo a cuerpo ya ha comenzado, con una estrategia más dada a la ofensiva por parte de De Cospedal y más conciliadora por parte de Sáenz de Santamaría, pero sin dejar de señalar que es la mejor valorada en las encuestas tras el presidente gallego para hacerse con el partido. Y sobre todo el debate precongresual sobrevuela el escrutinio sobre sus actividades privadas y partidarias porque el futuro líder del Partido Popular debe tener un pasado limpio como una patena.  

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