Opinión

22.191

Esta cifra se refiere al número de actos oficiales a los que asistió Felipe de Edimburgo, consorte de Isabel II (lo de «consorte» es por hablar con propiedad, con acento a realeza). El tema está de actualidad porque el compañero de la reina británica acaba de anunciar que se retira. No se jubila, se retira. Es decir, se aparta de la vida pública. Realmente se va en otoño, pero lo avisa con tiempo, con el mismo ritmo cadencioso que se hace todo en palacio, como debe ser, sin prisas ni para ir al baño.

Y es que los edificios reales albergan una realidad irreal para el común de los mortales. Ni los dibujos animados se salvan de ofrecer esa imagen modélica, intachable, de sístole y diástole perfecta, de luces, colores y formas donde todo cuadra, donde nada se deja al azar porque allí ni la corriente es corriente.

«En palacio todos los sueños se hacen realidad», podría ser el eslogan. Bien distinto es lo que ocurre de puertas afuera, mismo ya a unos metros de la verja, donde hay tubos de escape echando humo, atruenan sirenas y gritos, y donde el verbo «conciliar» se aferra a los abuelos desde primera hora de la mañana. También allí, extramuros, «llegar a fin de mes» es frase trending topic, nace y muere gente, las personas se aman y se enfadan, se ilusionan o mandan todo al carajo. Es decir, lo normal para cualquier terrícola.

No digo que en las estancias monárquicas no ocurran estas cosas, pero convendrán conmigo en que pasan más desapercibidas. Por ejemplo: al bueno de este hombre, Felipe de Edimburgo, apenas se le notan las siete décadas al servicio de Su Graciosa Majestad. Y seguro que habrá tenido sus preocupaciones, sus cabreos y sus alegrías, peeero… Buckingham es Buckingham, y el grado de ingravidez a los problemas que existen en palacio no debe de parecerse en nada al del metro de Piccadilly Circus en hora punta.

Pero, no crean, lo de pertenecer a la realeza tampoco es una bicoca. Quitando los viajes, la ropa, el jardinero, las sesiones de peluquería y maquillaje, el chófer, el glamur, la pompa, el poder y la asignación presupuestaria, por lo demás no se diferencian gran cosa de nosotros. Y mucho menos nuestros reyes, que son de lo más parecido al ciudadano común, comparados sus homólogos.

Resumiendo, que felicidades a Felipe de Edimburgo por ser el consorte de más largo servicio en la historia británica. Y a todos nosotros: hoy puede ser un gran día, plantéatelo así.

Te puede interesar