Opinión

Casares en camisón

Contó el otro día Håkan Casares, hijo del siempre querido y admirado Carlos Casares, una curiosa anécdota en el homenaje que el Parlamento de Galicia organizó en el Liceo de Ourense en honor del insigne escritor. «Durante un tempo meu pai gustaba de durmir en camisón», dijo Håkan, rompiendo el serio desarrollo del acto. Al parecer, se encontraba muy cómodo con esa prenda, y tanto es así que se la llevó de retiro a un monasterio cuando él y varios intelectuales más se reunieron allí para traducir textos y reflexionar sobre literatura.

El tema, siendo ya curioso de por sí, tuvo aún otra vertiente más cáustica, cuando Håkan desveló que durante varios días le desaparecieron los camisones a Carlos Casares de su habitación, sin que pudiese encontrar explicación racional alguna. De hecho, tuvo que pedirle a su esposa, Kristina, que cuando fuera a visitarlo el fin de semana con sus hijos le llevase repuestos de camisones, ya que, misteriosamente, las prendas desaparecían intramuros.

Entre los intelectuales que participaban en ese retiro literario había una mujer, y he aquí la clave de tan turbador enigma. Comentó Håkan que los camisones que por arte de magia desaparecían de la celda de su padre «viajaban» secretamente cada mañana hasta la habitación de la mujer. Nadie le insinuó nada a Carlos. Por supuesto, los intelectuales son gente muy seria. Eso debió de pensar la persona que, al amanecer, encontraba camisones en la habitación de Casares, y quizás para apartar pensamientos espurios, los devolvía al lugar del que —creía— procedían, sin saber que se equivocaba, pues el bueno de Carlos el único «pecado» que cometió en aquella abadía fue el de dedicarse en cuerpo y alma a su gran pasión, aparte de su familia y amigos, que era la cultura con mayúsculas.

Estos días que se cumplen cincuenta años del juicio del Metílico, el caso de envenenamiento más importante ocurrido en España, es buen momento para seguir reconociendo la visión histórica que tuvo Carlos Casares al querer publicar la edición en gallego del Caso Metílico. Recuerdo lo que me dijo cuando hablamos del tema: «Esta historia merece ser contada na nosa lingua». Su vida siempre fue una preocupación constante por todo lo que acontecía en Galicia. 

Håkan nos arrancó una sonrisa el otro día. Y los que recordamos a Carlos con el cariño que de él emanaba, se lo agradecemos. Porque, en camisón o en pijama, Carlos Casares siempre estará cómodo en nuestro recuerdo.

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