Opinión

Litros de bondad

Aviso, voy a ser duro, pero realista: el ser humano es malo por naturaleza y lleva el egoísmo en los genes. Dicho así, si no me explayo más, seguro que me gano enemistades. Pero antes de sentir su ego pisoteado concédanme un minuto. Veamos…, las guerras, por ejemplo. ¿No les parece asombrosa la “normalidad” con que aceptamos que cada día nos sirvan en el telediario una ración de muerte y sangre en forma de personas con sus vidas truncadas, mientras nos llevamos el tenedor a la boca y comentamos la jugada? Matamos por poder, religión y territorio, me da igual el orden. Y lo venimos haciendo desde que salimos de las cavernas. ¿Cómo, si no, se escribe la Historia si no es contándola con guerras y conquistas que jalonan los siglos? Antes no había petróleo y nos matábamos igual; bueno, igual no: lo hacíamos con flechas, catapultas y cañones. Más tarde perfeccionamos la cosa y mejoramos el “arte del buen matar” con armas automáticas, bombas, aviones de guerra y acorazados…, y en pos de la excelencia, hasta nos dispusimos a matarnos en silencio, con ayuda de la química y la radiactividad, y no veas lo eficaces que son, oye: no te mueres al momento pero te inoculan un cáncer planificado, de cinco a diez años de duración, para que la palmas bien sufrido.

Y digo yo que en esto del entrenamiento constante al que de pequeños nos somete la vida para que, llegados a la edad adulta, opositemos a egoístas profesionales, hemos elevado a la categoría de “normal” que medrar a base de pisar cadáveres y de poner a parir al prójimo es una fórmula aceptable y hasta comprensible para andar por el mundo. Elijan el ámbito que prefieran. ¿Se imaginan una carrera de 100 metros lisos con los atletas dándose codazos y poniéndose zancadillas para tirar al suelo al adversario? ¡Qué escándalo! En el comité olímpico no quedaría títere con cabeza si la carrera se diese por válida. Pero fuera de ahí no hay problema. Nos tiramos bombas dialécticas y de las otras y no pasa nada, y cuanto más enfrentamiento y más cuerpos mutilados veamos, mejor. La ración de pena diaria atenúa miserias y así, cómplices de una realidad fabricada en nuestras guerras cotidianas, sobrevivimos alimentados de odio e insolidaridad, como caníbales de podredumbre. Todo esto dicho sin generalizar, quede claro, pues siempre hay honrosas excepciones (no hay más que ver los índices de audiencia de la denominada «tele-realidad»: nunca llegan al 100%; un gran consuelo).

Dije que iba a ser duro. Pero no quiero dejarles con el amargor en la vista. Tranquilos. Siempre queda una esperanza. Les aseguro que un día vendrá una nave nodriza pilotada por Carlos Jesús para llevarnos a Raticulí. ¿Se acuerdan: el de la toga lila?... Y entonces sí que sí. Felicidad en vena para todos. Paz, amor, concordia y nunca más cabreos de tráfico, nada de colarse en el súper y a repartir limosna con aspersores. Solo les diré como ejemplo que allí, en Raticulí, atan los perros con longanizas, pero sus habitantes no comen embutidos ni derivados caninos. Así que, paciencia y sicodelia, que dentro de unos años luz, todos exudando litros de bondad. Fiu, fiu…

Te puede interesar