Opinión

Rayando el aire

Hay una aerolínea en la que si vas desnudo viajas gratis. 

Se le ocurrió un día al dueño de la compañía, ya con el cupo de sorpresas agotado y sin jugo que exprimirle a la rentabilidad. Dijo que, gramo a gramo, todo cuenta, y puso como ejemplo las minúsculas arenas que sumadas a millones forman las playas del mundo. Ese kilo y pico de camisa, vaqueros y abrigo, multiplicado por no sé cuántos viajeros, aviones y trayectos, da como resultado un considerable ahorro de combustible. 

De lo que no habló el ejecutivo fue del calzado, supongo que para no activar polémicas sobre las procesiones de gente por las pistas de los aeropuertos (economía frente a seguridad). Bastante tenemos con las eternas colas y con empaparnos si llueve como para, encima, ir descalzos y llegar a la aeronave con los pies como Tarzán o llenos de ampollas por el abrasante asfalto en verano. ¿Dónde quedaría entonces el glamour de viajar en avión sin Nike o con los tacones tan lejanos?... Seamos serios.

También omitió el directivo, no sé si deliberadamente, el tema de la ropa interior. Desnudos, sí, pero con matices, puntualizó. Seguro que si por él fuese habría vuelos nudistas, pero supongo que al echar cuentas concluiría que el margen comercial se iba al garete al tener que disponer en cada trayecto de cojines desechables (salvo que decidiese incluirlos como “extra”, a modo de maleta facturada).

En realidad, exagero. El estilo Adán y Eva a bordo aún no ha llegado; pero no lo descarten. Tras la nueva norma de una famosa aerolínea de no permitir equipaje en cabina —solo el bolso— vendrá la de viajar de pie, agarrados a argollas de cuero ancladas al fuselaje. Entonces sí, volar se volverá una experiencia genuina: flotaremos como péndulos, e incómodos pero felices recorreremos Europa a precio de ganga oscilando en la ingravidez.

Y así, en la excitante vorágine ahorrativa de hacer kilómetros casi gratis, llegará la supresión de los cuartos de baño, y con ella la adaptación de nuestro cuerpo a las nuevas condiciones: vejiga ultra-contenedora y mente considerando superfluas las necesidades fisiológicas (como en las películas, en las que nadie va al baño). De esta forma evolucionaremos hacia sucedáneos de Ícaro y conquistaremos el “azul” con ofertas milagrosas.

 ¿Alguien se imaginaba hace cien años que un trasto con trescientas personas pudiese surcar los cielos con tanta gracilidad? Ya lo dijo el gran Alberto Cortez: “Quiso volar igual que las gaviotas”…

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