Opinión

Surf para perros

Se busca profesor de surf para perros. Así ponía el anuncio. No dudo de que existan personas con conocimientos suficientes como para lograr que un can se quede quieto sobre una tabla mientras ésta surca las olas, pero de ahí al sentido común va un trecho. Seguro que estas clases tan especiales no incluyen un interrogatorio previo, con el monitor preguntándole al perro si le realmente apetece hacer surf. Entre otras cosas porque los perros son perros, no humanos, aunque muchas veces nos empeñemos en asemejarlos; y como tales, deben hacer cosas de perros: olisquear árboles y a sus congéneres, ladrar, dejar señales a su paso, cosas así... Por supuesto, son encantadores, nos hacen compañía, y les damos y nos dan cariño, sentimientos que hacemos extensivos a otras especies animales con las que convivimos.

Pero lo de las clases de surf no acabo de verlo. Claro que, si lo analizamos desde el ámbito económico, es decir, si la finalidad es hacer negocio, encaja perfectamente: “clases de surf para perros”…., suena bien. Quien haya tenido la idea ha abierto un nuevo nicho de mercado. Las mascotas tienen derecho a divertirse y a su ración de adrenalina, sería el reclamo. Pero yo no acabo de verlo.

Hay profesiones absurdas (o absurdamente adaptadas) y otras no tanto, que experimentan su apogeo en verano, y así, podemos citar: Organizador profesional de maletas, Dormilón profesional –para probar camas de hoteles-, Observador de secado de pintura, Espantapájaros humano o Probador de parrillada. Existen muchas más, pero a mí la que me trae de calle es la de instructor de perros surferos.

A la famosa perrita Laika tampoco le preguntaron en su día si le apetecía darse un paseo por la órbita terrestre y convertirse así en el primer ser vivo en viajar al espacio. Tampoco nadie le quitará ya la “distinción” de ser el primer animal en morir en órbita, pero, como diríamos, suavizando: son daños colaterales…

Que haya profesiones más o menos útiles va en función de la oferta y la demanda, allá el mercado. Pero lo que ya no resulta tan edificante es inducir a los animales a que hagan cosas que su instinto no les dictaría ni en milenios. Viendo esto y sabiendo que cada verano se abandonan más animales, a más de un humano le vendría bien darse una vuelta por la consulta de Darwin, por si acaso se le perdió algún eslabón en su cadena evolutiva.

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